Si ayer se enfadó algún miembro de la cúpula directiva de Unicaja por no quedarse con Cajasur, ello no se reflejó en el mesurado comunicado de la entidad. Es más, bajo un lenguaje financiero muy aséptico, se podía adivinar un cierto suspiro de alivio.

De hecho, la caja afirmó que la compra de Cajasur le comportaba ventas y riesgos, asociados estos últimos «a un empeoramiento de los niveles de solvencia, morosidad, eficiencia y liquidez». Al no comprarla, dice Unicaja, se garantiza «una posición óptima».

Así, las ventajas de la compra se asociaban a la consecución de una mayor dimensión y cuota de mercado; aunque, considerados los riesgos, era «una potencial mejor situación a largo plazo mediante la digestión a corto plazo de una entidad que ha necesitado ser intervenida». «En este escenario, la solidez de nuestra entidad y la liberación de los recursos congelados para Cajasur nos permiten garantizar a nuestros clientes y empleados una posición óptima para afrontar, en mejores condiciones, la difícil situación presente de la economía y del sistema financiero», aclara Unicaja.

La finalización del proceso, representa, en sí mismo, «un hecho positivo» porque despeja una incertidumbre que condicionaba algunos de sus desarrollos empresariales. Unicaja asegura que en la subasta «se ha guiado, como siempre, por el mejor cuidado y seguridad de los intereses de sus clientes y empleados».

En cualquier caso, éste es el tercer intento que hace la caja malagueña por excelencia para crecer en el mercado español, todos ellos con un complicado marco de fondo: el de la crisis económica que ha precipitado una reordenación de las cajas en el país y una reflexión sobre su papel, muy politizado, en esta época. La mayor parte de las veces siempre se ha llamado a las puertas de Unicaja, una entidad solvente que no suele embarcarse en encrucijadas de las que luego no puede salir.

El Banco de España ya intentó y pidió que Unicaja se hiciera con Caja Castilla-La Mancha, pero tras meses de reuniones, tiras y aflojas, la propia caja malagueña paró la integración porque la digestión de una corporación tan endeudada podía hacérsele muy complicada.

Después vino el episodio de Cajasur, donde también se pidió a Unicaja que acudiera al rescate de la cordobesa, una fusión que finalmente fue rechazada por uno de los sindicatos de la firma cordobesa, quien, por cierto, ayer se desmarcó de la visión pesimista instalada en Andalucía y valoró la llegada de BBK. El tercer episodio llega con el rechazo de Cajasol y Unicaja a pujar juntas por Cajasur. Para contentar a José Antonio Griñán, ambas estudian estos días su futura fusión. Sólo la integración de Caja Jaén en la entidad malagueña ha culminado con éxito.

Aún así, la solvencia de Unicaja figura entre las mejores del sistema financiero andaluz, ya que en 2009 optó por sacrificar ganancias para mejorar su solvencia, de forma que sus excedentes de capital propio y de provisiones sobrepasan los límites mínimos exigidos por la ley en unos 2.000 millones de euros.