«Ronda es absolutamente asombrosa». Esta es la frase que repetía ayer contínuamente Michelle Obama durante la visita que realizó a la ciudad soñada de Rilke y en la que permaneció durante más de cuatro horas contemplando sus principales monumentos y disfrutando de los paisajes serranos.

La ciudad quedó tomada prácticamente desde primeras horas de la mañana por los efectivos de las Policía y el servicio de seguridad de la embajada americana, cortándose al tráfico de vehículos y de peatones buena parte del conjunto monumental.

Aunque la primera visita estaba prevista en la colegiata de Santa María la Mayor, en las mismas puertas del Ayuntamiento rondeño, como viene siendo habitual y para despistar al ejército de periodistas desplazados hasta la ciudad del Tajo la comitiva de trasladó en primer lugar, sobre las once de la mañana, a la Casa de Don Bosco, un edificio modernista de los siglos XIX y XX que destaca por sus impresionantes jardines con vistas al Tajo. Además, es la sede oficial de la congregación de los Salesianos, guardianes de la advocación de María Auxiliadora.

Durante su estancia en este recinto, Michelle le confesó al párroco de Santa María y al responsable de los Salesianos que su esposo, Barack Obama, siempre lleva en el bolsillo una estampa con la imagen de la Virgen María Auxiliadora, a la que la primera familia estadounidense le guarda una gran devoción, según comentaron los presentes.

Tras dejar los servicios de seguridad desiertos los rincones del casco antiguo, desalojando incluso a los clientes que se encontraban en las terrazas de los bares, Michelle y su hija Sasha se encaminaron por las calles empedradas hasta la colegiata de Santa María, donde contemplaron la arquitectura de la que está considerada como la «catedral» rondeña.

Ante una multitud de público que se concentró en las inmediaciones de la plaza Duquesa de Parcent, la comitiva de dirigió en coche hasta el palacete de la Casa del Rey Moro, un edificio nazarí del siglo XIII que alberga los emblemáticos jardines sobre el Tajo diseñados por el paisajista francés Nicolas Forestier.

También visitó otro tesoro oculto de este palacete: la bajada a La Mina, una pronunciada escalinata de más de cien metros de profundidad excavada por los árabes en la roca y que cuenta con más de doscientos escalones que terminan en lo más profundo del Tajo rondeño. «Es absolutamente extraordinaria», volvió a exclamar la primera dama.

Entrada la tarde, alrededor de la una, la amplia comitiva hizo un alto en la ruta y se detuvo para retomar fuerzas y degustar los manjares serranos en el restaurante Mesón del Escudero, situado en un lugar privilegiado: en las mismas cornisas del Tajo y a escasos metros de la bicentenaria plaza de toros, última visita programada.

Con un sol penetrante, Michelle accedió al albero rondeño pasadas las dos y media de la tarde y, tras contemplar en su totalidad el ruedo, tuvo la ocasión de coger en sus manos un capote que le fue entregado por los responsables de la Real Maestranza de Caballería que en ese momento hicieron de anfitriones. Su hija jugó con él.

Recorrido por el Museo Taurino, capilla de la plaza y corrales. Tal y como llegó, saludando, la primera dama se despidió de lugareños y turistas y regresó hacia su residencia veraniega de Benahavís, que abandonará este domingo para mantener un encuentro con la familia real en Mallorca.