Los estrategas hablan del teatro de operaciones y el concepto se hizo realidad ayer en la parte central de la playa de la Malagueta, una lengua de tierra coronada por el espigón y delante el llamado roqueo del Perro, bajo cuyas aguas se encuentra la Virgen de los Submarinistas.

La experiencia ha creado el dicho «hay más gente que en la guerra», pero en las exhibiciones del Día de las Fuerzas Armadas las cifras no se quedan cortas. Entre 80.000 y 100.000 personas abarrotaron ayer la playa de la Malagueta, acordonada en el centro para el espectacular teatro de operaciones. La cifra la aportó a este periódico el propio alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, al acabar el acto. «Me la ha dado la Policía Local, pero seguro que lo ha seguido más gente en Pedregalejo y El Palo», apuntó. Parte del público asistente pudo hacerse con banderitas españolas y una gorra conmemorativa, la misma que recibieron los medios de comunicación, que pudieron seguir el espectáculo desde dos enormes tarimas metálicas.

Y se inició a las 11.45 con una exhibición de la patrulla Aspa de helicópteros, única en el mundo.

Se trata de cinco helicópteros colibrí, que como el famoso pájaro son capaces de realizar las maniobras más complicadas y hasta de regatear en el aire a los otros miembros de la patrulla.

Quizás la ejecución más formidable, y de gran carga literaria, fue la llamada Maniobra Quijote, en la que un solitario y quijotesco helicóptero debe embestir contra los molinos de viento que son el resto de helicópteros formando un círculo. Don Alonso Quijano, en forma de helicóptero HE-25 Colibrí irrumpe en el estrecho círculo y cuando parece que va a rozarse con las aspas del resto de aparatos el círculo se agranda y rompe en el aire. Venció a los gigantes.

Los aplausos también se escucharon mientras caían en picado estos gráciles colibrís, que lograban remontar el vuelo y que finalizaron su exhibición con la llamada Rotura España, o la disolución de la formación como si fuera un abanico gigante extendido en vertical frente al público. Como dato curioso, también ofrecieron al personal una Rotura Ballesta, en honor de Salva Ballesta, el exjugador malaguista, que ha sido uno de los padrinos de esta patrulla.

Militares afganos

Justo debajo de las dos torretas de la prensa, siguiendo el espectáculo en directo se encontraba el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, el teniente general José Luis Rodríguez y numerosas autoridades, aunque llamaban la atención, por sus uniformes verde oscuro, con dos apreciables rayas rojas en el pantalón y unas enormes gorras de plato, un grupo de militares afganos, invitados para la ocasión por el Ejército.

Pero el verdadero teatro de operaciones comenzó a continuación, con una escalonada operación en varios actos en la que fue tomada la playa y el Ejército Español consiguió rescatar a varios observadores de la ONU, además de apresar a varios terroristas.

Dicho así, suena sencillo, pero lo que se vio en los siguiente 60 minutos fue la materialización de una estudiada partida de ajedrez, cuyo movimiento de apertura consistió en la preparación de la zona de objetivo.

Un par de helicópteros SH60 Bravo, una carrocería volante que opera en aguas del Índico, apareció en el escenario bélico y de él saltaron sendos grupos de infantes de Marina. Es la unidad de reconocimiento. Al instante, de un avión saltaron ocho paracaidistas, que con la maestría de campeones mundiales de parapente fueron haciendo eses en el cielo hasta tomar tierra, casi en fila, en el centro de la playa. Su misión: colocar los blancos para el ataque aéreo. El objetivo, un campamento de terroristas que retienen a los rehenes.

Aviones de la Armada y el Ejercito del Aire resonaron como si agitaran un enorme látigo, mientras a la playa se acercaron el cazaminas Segura, abriendo camino a la fragata Álvaro de Bazán, de la que salieron para la orilla de la Malagueta varios equipos de buceadores a bordo de cuatro veloces Supercat, unas lanchas especiales. La fragata Álvaro de Bazán comenzó a disparar verdaderos trallazos de fogueo cuyo sonido parecía rebotar contra la muralla urbanística de la Malagueta.

Y la estrella de la función apareció majestuosa: el portaaviones Príncipe de Asturias, de una engañosa falta de movilidad pues a pesar de sus dimensiones, se mueve como pez en el agua.

Preparado el objetivo con este aperitivo, llegó la hora de que la fuerza terrestre tomara posiciones. Del Príncipe de Asturias sale un helicóptero Tigre para reconocer el terreno, y helicópteros de transporte Cougar levantan una enorme polvareda en la playa para depositar, sin tocar tierra, a tiradores de élite de la Legión mientras continúa el despliegue aéreo.

Pero este ataque sorpresa sigue ofreciendo más elementos, como los helicópteros que lanzan sus cuerdas y de ellos descienden, nada menos que boca abajo, nuevos refuerzos del Tercio.

Aviones F-18 simulan bombardeos y lo mismo hacen los Harrier de la Armada. Casi todas las piezas están desplegadas en el tablero, que recibe el refuerzo de carros de combate de 40 toneladas. Con semejante despliegue, incluso un terrorista lo tiene crudo. La base rebelde es asaltada y los rehenes rescatados, aunque uno de ellos ha sido herido. El balance incluye cuatro terroristas detenidos y un piloto de caza rescatado del agua.

Rock duro

La música ambiente se vuelve cañera, con heavy metal en los momentos de más intensidad. Incluso la retirada escalonada está revestida de espectacularidad. Los militares que participan en este desembarco sorpresa se vuelven por donde han venido de forma espectacular. Cierran el repliegue dos aviones Harrier que permanecen varios minutos inmóviles en el aire y, antes de regresar al Príncipe de Asturias, el remolino de agua que se forma bajo estos aparatos salpica –levemente– las torretas de medios de comunicación.

El espectáculo concluyó con una exhibición de la patrulla acrobática Águila, del Ejército del Aire, formada por siete aviones CASA C-101 Avionet, de fabricación nacional, que comenzaron su ejercicio llenando el cielo de Málaga de una estela blanquiazul y finalizaron formando los colores de la bandera de España mientras en tierra arreciaban aplausos. Más de 1.100 militares de los tres ejércitos participaron en total en este fastuoso teatro de operaciones.

«Ha sido precioso y me cuentan que nunca antes en un Día de las Fuerzas Armadas se han acercado tanto los barcos al litoral», señaló el alcalde. Nada más acabar el espectáculo, en medio de la marabunta de gente dos jóvenes embutidos en trajes de camuflaje repartían tarjetas a la multitud. ¿Propaganda institucional?. No, una empresa de paintball de Antequera. Y se bajó el telón.

El símbolo de la Marina Española

A los más viejos del lugar todavía les sonará el portaaviones Dédalo, fue el antecesor del Príncipe de Asturias. El relevo tuvo lugar en 1988 y se ha convertido en uno de los símbolos más reconocidos del Ejército Español. Las cifras que lo acompañan parecen dignas de una producción de Hollywood: 198 metros de eslora y un desplazamiento de 16.500 toneladas. El buque cuenta con una dotación de 504 personas y si miramos el DNI, más de la mitad, 294, son andaluces –casi todos gaditanos– y hay 11 malagueños. La base la tiene en Rota y antes de esta visita ya estuvo en Málaga en noviembre de 2004. Aunque su campo de operaciones suele ser el Mediterráneo, ha fondeado en las aguas de Norfolk y Mayport (Estados Unidos), Mindelo (Cabo Verde) y Hamburgo (Alemania), además de algunas visitas a Portsmouth (Reino Unido) y Funchal (Madeira). Desde su creación, el Príncipe de Asturias ha tenido importantes modificaciones para aumentar la eficacia de la planta propulsora y eléctrica, cumplir las normas medioambientales y mejorar el bienestar de la tripulación.