Que el mar Mediterráneo tenga cada vez una temperatura mayor debido al cambio climático trae consecuencias inapreciables para las personas que se bañan en sus aguas, quienes a su vez son responsables de las mismas al contribuir a la cada vez mayor emisión de gases con efecto invernadero. Una de las más importantes es la regresión de las praderas de posidonia, plantas que no sólo cumplen la función de un bosque marino, al liberar oxígeno, sino que además son el refugio de especies en peligro de extinción, como el caballito de mar.

«Son la guardería de muchos peces y también un área de alimentación», explica Juan Jesús Martín, biólogo del Aula del Mar de Málaga. En este sentido, las praderas de posidonia pueden entenderse como un «criadero natural» en el que las especies pequeñas se esconden de otras más grandes para poder sobrevivir.

Son muchas las amenazas que afectan a las praderas de posidonia. Entre ellas, se encuentra el aumento de la temperatura del mar que propicia el alga tropical Caulerpa Taxifolia le vaya ganando terreno. En esta planta propia del mar Rojo no podrían encontrar cobijo especies autóctonas del Mediterráneo, como la pinna, cuyos cuarenta centímetros de longitud lo convierten en el molusco bivalvo de mayor tamaño de este mar.

Según explica Martín, la Caulerpa Taxifolia es además más pequeña que la posidonia, por lo que no podría suplir de forma efectiva una de sus funciones más importantes: amortiguar el oleaje para que las playas no pierdan arena. Asimismo, la posidonia captura y entierra el dióxido de carbono (CO2) y libera oxígeno, lo que mejora la calidad de las aguas. Además, estas praderas son especialmente sensibles a aportes excesivos de materia orgánica, de ahí la importancia de depurar las aguas que se vierten al mar.

Pesca de arrastre

Otros de los peligros que acechan a la posidonia son el desarrollo de puertos, la extracción de arenas del lecho marino y la regeneración de playas cerca de las praderas. No obstante, Mar Moreno, técnica del programa marino de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), asegura que la «mayor amenaza» para la posidonia es la pesca de arrastre.

La capacidad de resistencia de estas praderas ante las citadas amenazas es uno de los puntos que se analizan en el proyecto Life + Naturaleza. Se trata de un programa destinado a la conservación de las praderas de posidonia en el Mediterráneo andaluz, donde sus poblaciones están concentradas en el extremo oriental, desde Almería, donde son más continuas, hasta Málaga, donde aparecen poblaciones disjuntas en varios enclaves costeros. El proyecto está liderado por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, y en él participan otros siete socios, entre ellos la UICN.

Otro estudio realizado por el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea) señala que cuando la temperatura del mar supera los 28 ó 28,5 grados, como sucedió en los veranos de 2003 y 2006, la mortalidad de estas plantas se produce tres veces más rápido de lo normal.

La subida del nivel del mar también puede perjudicar a las praderas de posidonia, ya que podrían quedar en zonas más profundas y por tanto de menor luminosidad. Según asegura el director del Centro Oceanográfico de Málaga, Jorge Baro, se trataría de un proceso «gradual» en el que entran en juego otros factores, ya que si el sustrato es el adecuado las posidonias podrían permanecer a pesar de contar con menos luz.

Subida del nivel del mar

Para conocer los efectos del cambio climático en el Mediterráneo, se ha abierto una línea de colaboración de Puertos del Estado con centros de investigación, como el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea) y se ha adquirido un supercomputador para realizar simulaciones sobre la evolución futura.

El resultado de la primera prueba realizada es que existe el riesgo de que el nivel del mar crezca hasta 1,6 centímetros por cada década, que aumente la salinidad y que la temperatura media se eleve en 2,5 grados a lo largo de este ciclo. La elevación del nivel del mar puede afectar a zonas costeras y dañar infraestructuras como las portuarias.

Además de estar ligado al deshielo de los polos, el aumento de nivel del mar está íntimamente relacionado con el incremento de la temperatura del mar. «El incremento del calor absorbido por el agua del mar hace que, como cualquier cuerpo, se dilate», explica Baro, quien asegura que la temperatura del agua aumenta en 0,03 grados cada año en el mar de Alborán. Una zona que, según el biólogo del Aula del Mar de Málaga, Juan Jesús Martín, sufre menos los efectos del cambio climático, ya que en su ámbito -desde el cabo de Gata hasta Gibraltar- su agua se mezcla con corrientes del Atlántico, que son más frías.

No se puede volver al punto de partida

Aunque en una especie de milagro el conjunto de la población tomase conciencia de los riesgos que se corren si la actividad humana sigue favoreciendo la emisión de gases con efecto invernadero, volver al punto de retorno sería «imposible». Así lo asegura el director del Centro Oceanográfico de Málaga, Jorge Baro, quien asegura que «las inercias son tan grandes» que no se podría volver atrás.

«Ya estamos en un momento en el que de lo que se trata es de predecir lo que puede ocurrir para poner medios que palien sus consecuencias», explica Baro. No obstante, agrega que sí se podría trabajar por mantener las emisiones de CO2 dentro de unos niveles que nos permitiesen ser capaces de afrontar las consecuencias.

Si las emisiones se frenasen o disminuyeran, se modificarían los modelos de predicción, que inicialmente se realizan tomando como base que se mantenga la tendencia observada hasta el momento, en este caso, el aumento de la temperatura del mar.