Es la mayor flaqueza de la industria turística. En las últimas décadas, la Costa del Sol se ha conjurado para ponerle coto, pero sus estrategias se han visto frenadas por la crisis. La estacionalidad no sólo no se reduce, sino que va en aumento, subida al bólido de la recesión y de la incertidumbre económica. Según datos del INE, la provincia ha batido su récord en la última temporada, con una diferencia de ocupación, entre invierno y verano, que alcanza el 38,5 por ciento.

Se trata de más de ocho puntos de distancia respecto a 2001. El mayor descenso corresponde al periodo comprendido entre diciembre y febrero, que ha pasado de una tasa del 54,59 por ciento a apenas rebasar el 40 por cien. Una caída que sumada a la de los meses estivales, que ronda el cinco por ciento, explica el suntuoso desequilibrio de la Costa del Sol, cada vez con más problemas para mantenerse en funcionamiento durante la época con menos afluencia del año. Los datos del INE reflejan que la estacionalidad se ha mantenido como un problema crónico, pese a las temporadas marcadas por el esplendor inmobiliario y la bonanza. El año más amable en este sentido fue 2004, que se cerró con una diferencia del 27,34 por ciento.

Los números, no obstante, se retuercen a partir del inicio de la crisis, que marca un nuevo punto de inflexión en las aspiraciones de la Costa del Sol, especialmente en lo que se refiere a doblegar a su enemigo más persistente. El desplome financiero no ha matado al turismo, pero sí está resultando letal para el mantenimiento de la oferta durante los doce meses del año.

La tendencia apunta a una nueva subida de la estacionalidad. En la última referencia, la de 2011, la ocupación pasó del 40,7 por ciento del invierno al 79,2 del trimestre de verano. Si se confirman las previsiones del sector, ya apuntaladas con los resultados del pasado invierno, Málaga podría asistir al cuarto año consecutivo en el que las diferencias se acentúan. José Carlos Escribano, presidente de la Asociación de Empresarios Hoteleros de la Costa del Sol (Aehcos), achaca el fenómeno a la contundencia de la crisis, que ha contraído significativamente la demanda en los meses fríos.

En los últimos ejercicios, la coyuntura económica ha afectado al sector del golf y a los incentivos de las empresas, que solían ayudar a equilibrar los balances de la Costa del Sol. El turismo busca mercados como el americano y el ruso, menos propensos a las aglomeraciones veraniegas. En este sentido, Escribano apuesta por insistir en la promoción de la oferta complementaria, en la que se cuentan sectores como el de salud y belleza, tradicionalmente poco dependientes de los sofocos de julio y agosto. También alude a los incentivos y defiende un programa de ayuda fiscal por parte de las administraciones. En este punto, coincide con Gonzalo Fuentes, responsable autonómico de Turismo en CCOO, quien considera conveniente adoptar fórmulas de gratificación para los establecimientos que opten por mantenerse abiertos en la época menos solicitada por los turistas.

Escribano propone la adopción de estímulos empresariales que faciliten la actividad de los hoteles y permitan reducir costes en los momentos con menos ingresos.

El sindicalista, sin embargo, se muestra crítico con la gestión del sector en la última década. «Hemos tenido periodo muy buenos y rentables y se ha optado por la cremallera en invierno», señala. De acuerdo con CCOO, el número de hoteles cerrados en la provincia entre noviembre y febrero ha pasado de representar el 20 al 40 por ciento de la oferta.