El Ramón Margalef, uno de los buques oceanográficos más avanzados de España y Europa, vino ayer a Málaga para iniciar una campaña de muestreos prevista durante cinco días por el Mediterráneo. Perteneciente al proyecto RADMED, este trabajo pretende monitorizar los cambios de las variables físico químicas del Mediterráneo para estudiar los efectos del cambio climático. Sin embargo, un fallo mecánico provocó que la campaña se retrasara temporalmente. La grúa que subía la roseta con las muestras de agua no se detuvo. La estructura, que sostenía doce botellas de cinco litros con muestras recogidas a distintas profundidades, chocó con el tope de la grúa hasta partir el cable de acero que lo aguantaba.

La gravedad se llevó a 500 metros de profundidad las muestras y la valiosa CTD (Conductividad, Temperatura, Profundidad), los sensores con los que la bióloga y los dos técnicos superiores del buque obtienen infinidad de datos relativos al oxígeno, la florescencia y la turbidez del agua marina, entre otros. Tras la pérdida, la tripulación anotó al milímetro las coordenadas en las que ocurrió el incidente para la futura recuperación del equipo.

Un vistazo al corazón del buque denota que no se trata de un buque cualquiera. Sus 46 metros de eslora y otros 10 de manga atesoran una de la plataformas más avanzadas en evolución de biomasa gracias a su instrumentación acústica. Al propio capitán del barco, Chema Abreu, se le acaban los elogios a la hora de describir la nave en su lugar preferido, un puente de mando acristalado en sus 360 grados con innumerables recursos tecnológicos de ultimísima generación. Según Abreu, el buque ha sido construido para emitir niveles muy bajos de ruido radiado al agua, «permitiendo que su navegación no afecte al comportamiento natural de los peces que se encuentran en los alrededores y optimice el funcionamiento de los sistemas acústicos de investigación». En este barco, del Instituto Español de Oceanografía, también se pesca. De hecho, cuenta con una Parque de Pesca y un laboratorio húmedo en el que se estudian las especies de cada zona.

Sin embargo, para dar una idea de lo que el buque oceanográfico Ramón Margalef representa, sólo hay que recordar que es el barco elegido por el Gobierno para estudiar durante cuatro meses el fenómeno volcánico de la isla canaria de El Hierro con trabajos de oceanografía física, química, geofísica y biológica. El personal científico no sólo ofreció información puntual de la erupción, tanto del volcán como de la caracterización de las masas de agua afectadas, sino la manera en que el fenómeno ha llegado a afectar a los organismos marinos.

La nave está dotada con modernos sistemas de automatización, lo que le permite operar con menos tripulantes y garantizar la máxima seguridad en situaciones climatológicas adversas. «El barco cuenta con tres motores diésel de 1.040 caballos cada uno y dos motores eléctricos propulsores de 900 kilovatios. Además, posee un sistema de optimización de la eficiencia que permite aumentar la potencia sin incrementar el consumo», explica Juan, el jefe de Máquinas.

El proyecto tiene la categoría Clean Ship dado su respeto hacia el medio ambiente y la calificación Confort+, que se otorga a los barcos que cumplen las más altas exigencias en materia de habitabilidad y confort para la tripulación. Además, el Ramón Margalef cuenta con un sistema de posicionamiento dinámico, así como un sistema de posicionamiento submarino que permite la operación de vehículos submarinos de observación remota (ROV) como el LIROPUS2000. Este pequeño submarino tiene capacidad para observar y muestrear los ecosistemas a una profundidad de hasta 2.000 metros de profundidad. En total, tiene diez días de autonomía y espacio para once investigadores y técnicos además de sus doce tripulantes, entre los que hay que destacar la presencia de un espectacular cocinero. Para la campaña que se frustró ayer estaban la bióloga Francine Moya y los técnicos Francisco Fernández y Mariano Serra, que aún así partieron hacia Palma de Mallorca para seguir trabajando en otros proyectos como la campaña ATAME, relacionada con el atún rojo.