En estos días (24 al 30 de agosto) se conmemora el 59 aniversario del I Festival de Cine Español de Málaga que no tuvo la continuidad deseada por los promotores de la idea al no encontrar el menor apoyo por parte de los organismos y entidades de la época.

Muchos años después, el Ayuntamiento de Málaga, creó un nuevo festival que responde prácticamente a los postulados de aquella aventura de 1953. Lamentablemente, los responsables del actual certamen obviaron por olvido o por desconocimiento aquel precedente. El nuevo festival de cine de Málaga se anunció como I Festival cuando en realidad era el II. La única persona que se acordó del festival del que ahora se cumplen 59 de su celebración fue la archivera municipal María Pepa Lara quien en 2008, coincidiendo con una nueva edición del actual certamen, organizó en la sede del Archivo Municipal la exposición Historia del Cine en Málaga, en la que en una serie de paneles se ofrecía una panorámica del Festival de Cine de Málaga y que tuvo el detalle o delicadeza de sacar del olvido el certamen de 1953. Pese a esta llamada al recuerdo, los responsables del actual festival continúan ignorándolo.

¿Cómo nació aquel festival de Cine Español de Málaga? La respuesta la tiene el autor de estas líneas porque fue uno de aquellos entusiastas que sin medios, pero animados de los mejores deseos, participó en la empresa.

Quizá sea uno de los pocos supervivientes porque todo tiene una fecha de caducidad, como los yogures y hasta los cubitos de hielo que por ley tienen que fijar en el envoltorio el día, mes y año en que hay que consumirlo. Tengo un especial recuerdo para Antonio Roig. Él y yo nos encargamos de que la idea de Calixto Lozano López, un toledano enamorado de Málaga, se hiciera realidad.

La Sociedad Cinematográfica

La Sociedad Cinematográfica de Málaga se fundó en 1949 y entre sus fines figuraba la creación de un cine-club, del que carecía la ciudad. Las primeras sesiones se celebraron en enero de 1952 en la sala de pruebas del Málaga Cinema sito en la plaza de Uncibay, con entrada por calle Casapalma.

Dejando a un lado las actividades del cine-club, que tuvo una gran acogida con numerosos socios que abonaban 10 pesetas mensuales con proyecciones quincenales, la sociedad puso en marcha el ya citado I Festival de Cine Español de Málaga. Su presidente, Calixto Lozano, que habitualmente residía en Madrid (era profesor de la Escuela Nacional Superior Oficial de Avicultura), con la colaboración de Carlos Fernández Cuenca, crítico, escritor cinematográfico y profesor del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, contactó con productores y directores cinematográficos españoles para invitarles a presentar sus películas en el prometedor Festival de Málaga, una ciudad llamada a ser destino turístico internacional.

No voy a detenerme en los trámites que hubimos de solventar para conseguir la autorización gubernativa, ya que una iniciativa de este calibre exigía lo que no está escrito. Recuerdo que conseguí una audiencia con el gobernador civil, a la sazón don Manuel García del Olmo, al que expuse el proyecto para el que necesitábamos el permiso correspondiente.

En esta gestión me ayudó el entonces funcionario del Gobierno Civil, Ceferino Sánchez-Calvo, un entusiasta del cine y que fue uno de los primeros socios del cine-club. García del Olmo, que no se caracterizaba por su simpatía (era notario, a cuya profesión volvió después de cesar como gobernador de Málaga), estuvo muy amable y me dijo que en Málaga había que fomentar actos y acciones encaminadas a hacerla más agradable. «He estado hace unos días en Suiza -me contó- y mi mujer fue obsequiada en la calle con una rosa porque era el día de bienvenida a los extranjeros».

La Sociedad Cinematográfica de Málaga, a través de su presidente, contrató un autocar con una empresa privada para traer a nuestra ciudad desde Madrid a un grupo de invitados, como los periodistas cinematográficos Carlos Fernández Cuenca, Luis Gómez Mesa, Vicente Antonio Pineda, Javier Montini. Vic Rueda, Laitiegui... Los productores, directores y actores o se sumaron al autocar o se trasladaron por sus propios medios. Entre los asistentes recuerdo a José María Forqué y Jorge Tusell (director y productor, respectivamente, de El diablo toca la flauta), Arturo Ruiz-Castillo (director de Dos Caminos), José F. Aguayo (operador de la citada película), las actrices Trini Montero, Laly del Amo, María Rivas y Maruja Asquerino. Antonio Vilar, vino el día de la clausura a recoger el premio al mejor actor por su trabajo en Fuego en la sangre. A la lista hay que sumar los productores Antonio Boffarull, que presentó la película Hay un camino a la derecha interpretada por Francisco Rabal y Julita Martínez, Gutiérrez de Soto, Ormaechea...

Las películas presentadas fueron Manicomio, El andén, Juzgado permanente, El milagro del sacristán y las ya citadas Hay un camino a la derecha, Fuego en la sangre, Dos caminos y El diablo toca la flauta. Todas ellas de largometraje. Con respecto a las de cortometraje la relación, si la memoria no me falla, es la siguiente: Jaimas, Goya, La capilla del Espíritu Santo, El entierro del conde Orgaz, Balleneros, Tierras de Don Quijote, La vida de María, La Legión, Balele...

Diré que eran las películas más sobresalientes del momento aunque algunas no vinieron porque se habían comprometido con la I Semana Internacional de Cine de San Sebastián, que se iba a celebrar también por primera vez un mes después del de Málaga, exactamente entre los días 21 al 27 de septiembre. Al año siguiente, 1954, la Semana se convirtió en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, que va por la edición 59 ó 60 como podría ir el Festival de Málaga si hubiera contado con todas las ayudas oficiales que consiguió la ciudad guipuzcoana. Contó con ayudas de no recuerdo qué ministerio, de los comerciantes, del centro de Iniciativas Turísticas, Ayuntamiento, etc.

Las proyecciones

Las películas del festival de Málaga se proyectaron en el cine Victoria, recién modernizado (las butacas de madera se habían sustituido por butacas tapizadas) y en la entrañable sala de pruebas del Málaga Cinema, local diseñado y explotado por don Juan del Río, que nos dio toda clase de facilidades. La sala de pruebas, de un aforo muy reducido, tenía unos espléndidos sillones que invitaban al sueño cuando la película era un tostón...

El festival, gracias a la decidida colaboración de los diarios Sur y La Tarde y de Radio Nacional de España, que era la única emisora que existía entonces en Málaga, tuvo gran repercusión. Los malagueños tuvieron amplia información del acontecimiento porque a diario publicaron fotografías, entrevistas, reseñas y comentarios que contribuyeron a que la respuesta fuera muy positiva. El cine Victoria se llenaba a diario como la sala de pruebas del Málaga Cinema. Los ingresos por la venta de localidades, con descuento para los socios del cine-club, permitieron hacer frente al alquiler de las dos salas, pero no así para el alquiler del autocar, la compra de los quijotes (denominación de los premios) y otros muchos gastos a los que hizo frente el presidente de la sociedad al que nunca se le reconoció el esfuerzo realizado. Solamente los que colaboramos en la organización lo hicimos en su día.

Dentro de la modestia y falta de recursos de la organización se pudieron celebrar algunas actividades paralelas, como una fiesta en el Real Club Mediterráneo, una velada de los Coros y Danzas de la Sección Femenina en los jardines de la Alcazaba, una visita a las bodegas Larios y una recepción por parte del Ayuntamiento en el Hotel Miramar en la que el alcalde de Málaga, don Pedro Luis Alonso, nos animó a seguir adelante pero sin comprometerse a ayuda alguna porque las arcas municipales no estaban para estos eventos.

Se organizó igualmente una excursión a Gibraltar, un destino muy solicitado hace medio siglo, y resultó que uno de los participantes (la actriz Laly del Amo) no llevaba ninguna documentación que la acreditara. Pasó a Gibraltar porque uno de los periodistas mostró a la policía una fotografía publicada ese mismo día en Sur en la que aparecía la actriz junto a los otros expedicionarios.

La fiesta más brillantes tuvo como escenario El Remo, el establecimiento turístico más importante de Torremolinos en el que se daban cita en verano los turistas de mayor capacidad adquisitva, los primeros famosos que empezaron a frecuentar la Costa del Sol . El marqués de Nájera, su propietario, dio toda clase de facilidades para que el acto de entrega de los premios tuviera el realce que merecía.