«Aquí sólo se baldea cuando va a salir el Cautivo o cuando viene el alcalde a inaugurar algo», lamenta Juan de Dios Mendoza, comerciante de la calle Bailén, con una herboristería, quien calcula en unos seis años el tiempo que ha estado la calle sin una limpieza a fondo. Su punto de vista es el que comparten los vecinos y comerciantes consultados por La Opinión, que no se explican cómo, contando la calle Bailén con una zona de carga y descarga del mercado de Bailén que está enfrente, la limpieza a fondo de la calle sea casi un acontecimiento.

«Imagínese, hace siete años que pusieron la carga y descarga y en ningún momento ha venido una dotación, exceptuando el 10 de noviembre del año pasado, que encima llovía a mares», comenta Juan Antonio Navarro, que tiene un bar que, muchas veces, debe mantener con las ventanas cerradas por el intenso olor a pescado. «Llevamos siete años aguantando la carga y descarga de pescado, con lo que conlleva de bichos y olores. No gano para desinfectación y desratización. Mucha exigencia de sanidad pero por la parte que les corresponde a ellos, ni mijita», critica.

Por su parte Carmen Rodríguez, vecina de la calle, cuenta que invitó hace poco a dos amigas de Sevilla, que se llevaron muy mala impresión. «Se fueron el domingo y me dijeron que qué asquerosidad de calle. Eso en Sevilla no se ve, allí barren y la máquina va echando agua».

Para Francisco Yuste, que tiene una tienda de informática a pocos metros del mercado y la carga y descarga, «constantemente vienen, abren, te meten el pescado y esto es el trastero de ellos, una prolongación del negocio que tienen dentro». Francisco señala una mancha blanca en la calzada, pegada a la acera, que es el pan nuestro de cada día: «Es el agua del pescado, que le echarán sal», apunta.

Pero vecinos y comerciantes no sólo tienen que aguantar la falta de limpieza crónica en la zona de carga y descarga, sino también la aparición, cada día, de un grupo de ocho o nueve contenedores del mercado que salen de un cuartillo en la calle Natalia, y que tras ser descargados son limpiados con una manguera muy corta que no consigue retirar la porquería del todo y que, de hecho, manda el arroyo de suciedad calle Bailén abajo.

Detrás de los contenedores está el dormitorio de Mariví Gil, que vive en la casa de al lado y debe convivir con malos olores, así como con los charcos de pescado y de restos de carne. «Sacan los contenedores del mercado a las 3 de la tarde y eso empieza a chorrear y el olor se queda hasta el día siguiente. El otro día tuve que comprar lejía porque el olor era horroroso», cuenta, al tiempo que añade que, «si hace falta, yo limpio con detergente y manguera». Además, destaca que tiene que luchar contra cucarachas y mosquitos y no abrir la ventana que da a la caseta de los contenedores.

Manuel Gil, padre de Mariví, no entiende «por qué hay que sacar los contenedores a la calle» y critica la suciedad que baja por calle Bailén tras esta presunta limpieza.

Natalia Ríos, que tiene una panadería frente al mercado, cree que los contenedores, «por la bulla que tienen, no los limpian en condiciones» y compara esta situación con la del mercado central: «Allí tienen sus contenedores bajo tierra, pasas por allí y no parece que haya un mercado». Carmen, otra vecina, llama la atención sobre «lo bien que funciona la limpieza dentro del mercado» y la desatención de fuera y pide al Ayuntamiento que adopte una solución definitiva y no un baldeo aislado para contentar unos días a los sufridos vecinos de la calle Bailén.