La vida es un constante viaje que cada uno hace con los medios que tiene a su alcance. De la misma manera que no se puede dejar de respirar de manera voluntaria, uno no puede dejar de cumplir años, es decir, de viajar a lo largo del tiempo.

Igual que los años te dan experiencia, viajar te permite conocer otros lugares, costumbres y formas de vida que le hacen a uno reflexionar sobre la suya propia, valorar lo que tiene y replantearse el modo de hacer las cosas.

En una ocasión, hace algunos años, el maestro de periodistas malagueños Paco Fadón me dijo en la redacción de La Gaceta de Málaga: «De los buenos hay que aprender cómo hacer las cosas y de los malos, cómo no hacerlas». Lo que no me dijo el maestro es cómo diferenciar al bueno del malo, para saber a quién seguir, aunque quizás eso es algo que debe descubrir uno por sí mismo.

Y es que no todo lo que se hace fuera es mejor, pero cierto es que muchas veces los árboles no te dejan ver el bosque, creemos que lo nuestro es bueno porque es nuestro, y no vemos mas allá de tres palmos de nuestras narices. Por eso, a veces, conviene retirarse un poco para tener una nueva perspectiva y una nueva visión de las cosas: viajar.

Para ello, sólo hace falta desplazarse, más lejos, más cerca, según los posibles de cada uno. Andar es lo más sano, pero las ciudades crecen y las distancias son cada vez mayores. Automóviles, motos, autobuses... las posibilidades se multiplican. Ahora, la crisis, la conciencia ecológica y la moda nos invitan a aprovechar la bicicleta como medio de transporte, como hacen miles de personas en todo el mundo, como nuestros vecinos del centro y norte de Europa, sin ir más lejos, beneficiados por una orografía como la de Castellón (de la Plana) ya que a buen clima no nos gana nadie.

Pero ¿estamos preparados? Las tiendas de bicicletas proliferan por doquier. La mítica tienda de El Americano, en la calle Casapalma, ha dado paso a otras superespecializadas como Recyclo en Pedregalejo o la QQ Electric Bikes en pleno puerto de Málaga.

Otra cosa es dónde utilizarlas. Los carriles bici de la ciudad de Málaga tienen más de carriles (ver la segunda y tercera acepción del diccionario de la Real Academia Española) que de bicis. Y no tanto por su ejecución (en muchos casos sí) sino por su trazado.

Los responsables municipales deberían viajar más a tierras como la de Hans Christian Andersen para ver cómo se construyen los carriles bici en otras ciudades donde la bicicleta es el medio de transporte mayoritario, y no precisamente por el clima.

Leo que el Ayuntamiento va a invertir 90.000 euros en mejorar las conexiones, que no en ampliar, la red de carriles bici de Málaga, que es de ¡¡26 kilómetros!! cuando en Sevilla, sin ir más lejos, se han implantado 80 kilómetros de estas vías en sólo un año, y la red sigue creciendo, lo que le ha valido a la ciudad hispalense situarse como la cuarta mejor ciudad del mundo para la bicicleta -tan sólo por detrás de Ámsterdam, Copenhague y Utrech- según un ranking elaborado por la consultora danesa Copenhagenize Design Co. especializada en el diseño de este tipo de infraestructuras. Lo dicho: Mejor aprender de los buenos.