El caso de los presuntos abusos sexuales a inmigrantes del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Capuchinos estalló con toda virulencia un caluroso sábado de julio de 2006. El juicio por estos hechos, uno más en la larga historia de despropósitos del edificio, ha arrancado más de siete años después, lo que ha provocado que once de las 19 testigos protegidas estén en paradero desconocido después de ser expulsadas del país y que los cinco policías acusados lleven una prolongada pena de banquillo. Pese a ello, los dos primeros agentes en declarar negaron todos los cargos y uno de ellos insistió en la idea de que «más que policías nacionales éramos asistentes sociales», en el sentido humanitario del término.

Lo negaron prácticamente todo: ni dieron comida, bisutería o bebidas alcohólicas a las internas a cambio de mantener relaciones sexuales con ellas; ni organizaron las famosas fiestas tras las que, a la mañana siguiente, las limpiadoras del edificio hallaron botellas y preservativos usados; ni las acariciaron o tocaron, y tampoco les hicieron ninguna insinuación de carácter sexual.

Uno de ellos fue gráfico en su explicación en relación a la testigo protegida que lo acusó: «Ella venía en topless y le dijo mi compañero anda tápate un poquito; yo me la llevé para arriba, donde había seis rumanas más, y le dije que no se complique la vida, estás aquí para estar bien». En esa ocasión, según la denunciante, se produjeron tocamientos.

En cuanto a por qué aparecía en una de las fotos, este funcionario recordó que el CIE estaba en obras, «no había sitio para nada, estábamos en el módulo de la sala de transeúntes, donde las chicas llamaban al móvil y cenábamos allí porque no había otro sitio».

Ambos rechazaron el término fiesta para esas reuniones. ¿Por qué en esas fotos se podía observar una pizza? «La pedimos nosotros», apuntó el primero de los declarantes. El fiscal, Jacobo Fernández-Llébrez Castaño, insistió en si los regalos no eran para camelarse a las mujeres. «No había que camelarse a nadie, ellas tenían una experiencia muy grande para camelarlas». Éste insistió en que la testigo que lo acusa de hacerle tocamientos le pidió tres euros y luego le dijo: «Yo tengo que hacer aquí lo posible para quedarme en España».

En cuanto a por qué los colchones eran encontrados cada mañana en una posición diferente, éste recordó que las mujeres los ponían como les venía en gana, y tampoco vio a ningún compañero tener relaciones sexuales con las internas.

Asimismo, relató que fue destinado al CIE tras ser «castigado» por haber tenido un incidente con un inspector jefe, ya que era «sindicalista», y recordó que un colega tuvo un problema similar antes y fue absuelto.

Este policía se negó a contestar a las preguntas de las acusaciones particulares, especialmente a las del abogado Jaime Rodríguez, que representa a tres mujeres, con quien aseguró haber tenido un incidente que acabó con una frase inquietante del letrado: «Os vais a acordar de este día».

Su compañero, más contenido y lacónico en las respuestas, negó todos los cargos, y precisó: «Nunca les he dado cosméticos ni alcohol, eso está prohibido, ni siquiera hachís». Los dos policías recalcaron, en relación a los condones, que muchas cajetillas se les requisaban a las mujeres nada más ser internadas, y que éstas las enviaban a sus países. Éste, en concreto, insistió en que una interna se le ofreció sexualmente levantándose el jersey. «Le dije márchate de aquí». Muchas internas, agregó, tiraban los condones en forma de globo al patio de los internos. Las penas oscilan entre los dos y los 10 años.