A los más jóvenes les resulta difícil imaginarse a España formando parte de la mediocridad futbolística. Después de ganar un Mundial y dos Eurocopas de forma seguida, La Roja se ha convertido en máximo referente. No siempre fue así. Antes de que Casillas levantara la copa al cielo de Viena, el 29 de junio de 2008, España acostumbraba a fracasar estrepitosamente en cada cita importante. Pero llegó un sabio para convertir en ganadores a tres generaciones de perdedores. Abuelos, padres e hijos, que lo único que esperaban de España, era verla caer en cuartos de final.

A estos jóvenes habría que recordarles, que antes de la gloria futbolística, los españoles ya tuvieron el privilegio de sentirse parte de la élite mundial en otro sector muy diferente al del balón. En 2007, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció que España había entrado oficialmente en la esfera de esos países que conformaban la Champions League de la economía internacional. Años de crecimiento sin fin, habían lanzado a un país con escasos treinta años de democracia, hacia la triple A del concierto económico mundial. España ya era alguien.

Uno de los medidores más efectivos a la hora de determinar la prosperidad, es la inmigración. En España la hubo. Durante mucho tiempo. Un país que tradicionalmente enviaba a sus ciudadanos fuera, se había convertido en un atractivo para muchos extranjeros que veían aquí la posibilidad de mejorar sus vidas. La burbuja inmobiliaria estaba sedienta de mano de obra y los españoles tenían dinero que gastar. El sector servicios era el primer beneficiado de ello. Además, quedaba el trabajo sucio y mal pagado. Alguien lo tenía que hacer. Los españoles cada vez menos.

España como destino preferido

Vinieron a miles, a millones. Sobre todo ciudadanos de países fuera de la Unión Europea. Por las facilidades del idioma, España se convirtió en destino preferido para el inmigrante proveniente de América Latina. Argentina, Ecuador, Chile, Paraguay€Trabajar, dormir, trabajar, enviar dinero a sus familias. Así fue el comienzo de muchos. Rutina, pero bien llevada. El futuro prometía y el trabajo no faltaba. Para muchos los sueños se iban cumpliendo, poco a poco.

Málaga era muy golosa, pero no por su clima. Ellos no venían buscando sol y playa. Les atraía el ladrillo que estaba llenando de edificaciones a toda la costa. El esfuerzo merecía la pena. Lo normal es que llegaran primero los hombres, solos. A muchos la reagrupación familiar les costó años y muchas horas de trabajo. Ahora la crisis amenaza con separarlas de nuevo.

El sueño roto

La Málaga de hoy ha cambiado mucho para el inmigrante. Sí, la Costa del Sol era una tierra de oportunidades. Prácticamente cualquier inmigrante encontraba trabajo. Si no era en la obra, era en la hostelería. Pero la esperanza y el optimismo de antes se han convertido en humo y desesperación. El paro ha hecho mella progresivamente en los inmigrantes. Este colectivo fue el primero en sufrir las consecuencias de la crisis. Agotadas todas las prestaciones y sin ningún colchón familiar, se encuentran en una situación de absoluta vulnerabilidad.

«En 2004, si querías sacarte algo más, lo único que tenías que decirle a tu encargado era que necesitabas hacer horas extra. Se pagaban el doble. Desde que llegue ese mismo año, no dejé de trabajar hasta el 2008. Entonces todo empezó a venirse abajo», se lamenta Juan Alberto Kulchisky en su pequeño piso de Campanillas. Son cinco y el piso solo tiene dos habitaciones. Pero no puede pagar otra cosa. Desde el 2010, año en el que le echaron de su último trabajo en un taller, está sin ingresos fijos. «Cuando vi que no salía nada, decidí trabajar por mi cuenta. Colgué carteles y me iban saliendo chapuzas. Ya ni eso», dice.

Hubo tiempos mejores. Antes vivía con su familia en una casa. La casera, desesperada por no cobrar varios meses de alquiler, le ofreció saldar la deuda a cambio de que abandonara la vivienda. En la época dorada de la construcción, ganaba 2.800 euros al mes montando grúas en las obras. «A veces no habíamos acabado en una, y ya nos salía la siguiente», comenta Juan. Él llegó en 2004 desde Rosario, junto a su mujer y su hija. Ahora tiene 11 años. Se ha criado en Málaga. Durante varios años, Juan vio el futuro de ella en España. Argentina sólo la conoce a través de fotos. La mediana de cinco años y la pequeña de tres, nacieron aquí. En poco tiempo, vivirán en la tierra natal de sus padres. Ellas no quieren.

Atrapados

Volverán a Argentina a través del llamado Programa Retorno. El Gobierno sufraga a sus beneficiarios los gastos que conlleva la vuelta al país de origen y les da una ayuda económica para la reinstalación. 300 euros por cabeza que nunca pueden pasar el tope máximo de 1.400 euros. Juan no podría costear los billetes de avión para llevar de vuelta a su familia: «Un billete de avión te puede costar mil euros por cabeza. Yo no tengo ni para pagar el alquiler del próximo mes».

Sin ingresos algunos, se encuentran atrapados en España. Como Juan, son muchos. Sólo en la provincia de Málaga, el Programa Retorno ayudó a más de 250 familias a volver a sus países de origen en el año 2013. Y las cifras van creciendo. «En lo poco que llevamos de año, ya hay una lista de espera», afirma el responsable de comunicación de la Cruz Roja en Málaga, Miguel Pradas. Juan ha perdido la esperanza para él y su familia en España: «Al principio, cuando le comentaba a mi mujer la idea de volver, ella no quería saber nada. Yo no puedo seguir aquí sin trabajo. Me muero de vergüenza cuando tengo que esquivar a mi casero porque sé que este mes no me ha salido nada para poder pagarle». En cuanto aprueben su expediente, retornará a Argentina. Los aprueban todos, a no ser que haya deudas pendientes con el Estado Español. Es otra forma de aligerar las listas del INEM.

Paro y desesperación

Las cifras del paro para el mes de enero no muestran brotes verdes. De los 4.814.435 de desempleados, 569.636 son extranjeros. Málaga lidera el ranking en Andalucía.

Entre ellos también se encuentran Jorge Arial Costa de 34 años. Vive en Torre del Mar. Malvive. Comparte una estrecha habitación con su pareja. 180 euros de alquiler que este mes de enero no van a poder pagar. Jorge llegó en 2009. «Nunca tuve un trabajo fijo, pero iba enganchando. En la construcción, de pintor, de camarero, en el campo. Lo he hecho todo. Pero ya no te quieren ni para coger aceitunas. Los españoles están volviendo a hacer los trabajos de los que a

Su voz es la de un hombre que ha perdido la ilusión de seguir adelante: «Sin Cáritas, no sabría cómo comer. A eso no he venido a España. Yo quería mejorar mi situación». Se siente un bulto que estorba. «Para molestar, mejor lo hago en mi país». Sus esperanzas están todas puestas en el Programa Retorno. Le han dicho que su expediente se resolverá en menos de dos semanas. En los momentos de máxima desesperación incluso se le pasó por la cabeza delinquir: «Pensé en que me cogiera la policía para que me deportaran». Atrapado en lo que un día representaba un sueño.

Sólo son dos testimonios. Pero son el botón que reflejan una nueva realidad. España y Málaga han vuelto a mandar fuera a sus ciudadanos. Fue un espejismo. Ahora se juega otra vez en la Intertoto. Pero para estos inmigrantes no habrá partido de vuelta. Sus billetes sólo son de ida.