Hasta ahora, el retrato que el gobernador de la Luisiana, el malagueño Bernardo de Gálvez (Macharaviaya, 1746- Ciudad de México, 1786) se hizo pintar durante una breve estancia en Madrid en 1784, se atribuía a Mariano Salvador Maella (1739-1819), el pintor de la corte de Carlos III y Carlos IV que terminó en el ostracismo por su apoyo a José Bonaparte.

La atribución, a petición de la Asociación Cultural Bernardo de Gálvez, partió en 2008 de Juan Luna, conservador de pinturas del siglo XVIII del Museo del Prado.

Unos recientes documentos a los que ha tenido acceso la asociación confirman la autoría de Maella, un espaldarazo artístico a un retrato cuyo original lo conserva en Málaga la familia De Haya-Gálvez.

Las islas Canarias, escala obligada durante siglos de los barcos entre España y América, tienen el privilegio de no haber sufrido los estragos de la Guerra de la Independencia o de la Guerra Civil. Una de las consecuencias es el tesoro que constituyen sus archivos documentales intactos.

Uno de los más importantes es el Archivo Betancourt-Castro, conservado en La Orotava por el abogado e investigador Juan Cullen Salazar. La carta, que muy amablemente ha puesto a disposición de este diario, es una de las dos que demuestran la hasta ahora desconocida conexión entre los Gálvez de Macharaviaya y Mariano Salvador Maella.

Se trata de una misiva de cuatro hojas fechada en Madrid el 20 de agosto de 1781 y dirigida por el joven canario Agustín de Betancourt a sus padres.

Como explica Manuel Olmedo, académico de San Telmo, correspondiente de la Historia y miembro de la Asociación Bernardo de Gálvez, Agustín de Betancourt, entonces con 18 años, había sido enviado a Madrid gracias a la mediación de Matías de Gálvez, padre de Bernardo de Gálvez. «Don Matías estuvo destinado en Tenerife en dos ocasiones, allí tenía una tertulia a la que asiste un miembro de la familia Betancourt, el padre de Agustín. Don Matías habla con su hermano don José para que Agustín vaya a Madrid y se convierte en su mecenas», cuenta.

Don José de Gálvez, tío de Bernardo de Gálvez, era por entonces el poderoso ministro de Indias, así que instaló al joven Betancourt en los Reales Estudios de San Isidro, el colegio más importante de la capital. Pero hizo algo más. En la carta escrita por el joven canario menciona sus progresos en el estudio del francés pero también en pintura: «Presenté mis primeras, y únicas pinturas hasta ahora, en la Academia de San Fernando, donde estuvieron 15 días expuestas al público con varias obras de otros, y me aseguró mi Maestro Maella, que le costó trabajo persuadir a muchos que yo las havía (sic) hecho».

En el siguiente párrafo cuenta a sus padres que procurará visitar el Sitio de San Ildefonso, donde pasa el verano la Familia Real, con el fin de pasar seis u ocho días «para ver al Señor Gálvez y su muger (sic)».

Manuel Olmedo, que conoció estos datos en una reciente visita a Tenerife, destaca a este diario que «esa íntima relación de Maella con don José de Gálvez era algo que desconocíamos absolutamente».

Cuando Bernardo de Gálvez, tres años más tarde visita Madrid con su familia y reside en la calle de Alcalá, lo hace convertido en una figura muy popular. Ha vencido a los ingleses en la Guerra de Independencia americana. Las 13 colonias han conseguido su objetivo, con la importante participación del de Macharaviaya al desmantelar el flanco sur inglés. España además ha recuperado las dos Floridas y Carlos III lo nombra Vizconde de Galveztown y Conde de Gálvez. Una vez en Madrid, el monarca lo hará caballero de la Orden de Carlos III.

El retrato de Bernardo de Gálvez, atribuido a Maella por el conservador del Prado, ya sólo puede ser de Maella por esa buena amistad ahora confirmada que el artista valenciano tuvo con don José de Gálvez.