­Juan Antonio es onubense y tiene 52 años. El destino le jugó una mala pasada el año pasado cuando, estando en Córdoba con su novia, le dio un ictus. Fue el detonante para que hoy pernocte en el centro de acogida municipal de Málaga.

Se trasladó hasta la capital de la Costa del Sol porque una hermana suya vive en la provincia. Durante un tiempo ha vivido con ella, pero las secuelas de su enfermedad le dificultaban el día a día.

Por eso decidió pedir ayuda y desde hace un mes duerme en el centro de acogida, donde come e, incluso, ha hecho algún amigo. Aún así, reconoce que le gusta estar en soledad porque así no participa de conflictos. «Solo no tengo problemas», señala el hombre, muy agradecido a los trabajadores del centro municipal, donde le guían para la consecución de ayudas y prestaciones de su discapacidad.

Por eso, Juan Antonio no tiene palabras para agradecer lo que le han ayudado en el centro para sobrellevar su enfermedad, cuyas secuelas le han dejado una discapacidad del 56%. «No tenía un sitio a dónde ir» admite el onubense que reconoce que lo que menos le gusta de su situación es la monotonía.

Tiene puestas todas sus esperanzas en unas ayudas que le están tramitando los trabajadores sociales del centro. «Espero encontrar algún empleo que sea compatible con mi discapacidad e irme de alquiler para dejar el albergue», señala.