Paul Mandeville y Toti Vega se conocieron en un baile en Ostende en 1948. O más bien un no baile, porque quien sí bailaba era el hermano gemelo de Paul, que sacó a bailar a la malagueña, pero cuando llegó el turno de Paul, su futuro marido, con quien se casó en 1950, Toti cuenta con una sonrisa: «Era un tronco, no se movía del sitio y tenía que empujarle a un lado y a otro».

La de Paul ha sido una carrera meteórica y brillante, por eso sus compañeros ya de joven le llamaban el aventurero. Con 18 años, recién terminada la guerra en Bélgica, marcha al Reino Unido como voluntario para ir a Birmania a pelear contra los japoneses. «Estaba en Irlanda del Norte, nos preparábamos para ser soldados en Birmania pero terminó la guerra», cuenta. Como antes de marchar se matriculó en Derecho en Gante, en menos de dos meses aprobó, de regreso a a su país, todos los exámenes de Primero de Derecho.

Convertido en abogado y como además ya había hecho el servicio militar, fue destinado por el Ministerio de las Colonias al antiguo Congo Belga, a Leopoldville (hoy Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo).

«A mí no me gustaba el colonialismo, estaba en contra, pero era una ocasión para verlo con los propios ojos», confiesa Toti Vega, que cuenta que su marido revolucionó la administración porque cada día, al entrar a la oficina, saludaba a todos sus empleados congoleños. Además, la estancia del matrimonio en el Congo belga coincidió con la etapa de descolonización, así que Paul trabajó en la progresiva descolonización del territorio.

Lo curioso es que, tres semanas antes de la independencia, lograda en 1960, Paul Mandeville fue destinado a Ruanda y Burundi, gestionadas por Bélgica, colonias que también caminaban hacia la independencia (en 1962). «Fui allí para que cada país tuviera su administración propia», explica Paul. El hijo de la pareja, Pablo José ha trabajado durante 35 años para la ONU y entre otros cargos ha sido el representante de este organismo en Centroamérica. De tal palo...