Mujeres que acuden a un taller de costura para buscar una salida laboral, alumnos que tienen una escuela con agua potable y lápices, una comida diaria a niños que duermen todo el día para olvidar que tienen hambre. Son pequeños triunfos que ha ido cosechando la ONG malagueña «De la A a la Z», que con apenas tres socios y seis colaboradores ha sido capaz de sembrar muchas semillas de esperanza que están dando sus frutos.

El origen de la asociación fue una mala experiencia que supieron convertir en algo positivo. La visión de un gran almacén con comida caducada que supuestamente debía ir a África cambió la vida de Javier Almán y Miguel García, presidente y tesorero de una pequeña ONG malagueña, que llevaban muchos años entregando dinero. «Fue una frustración tan brutal», reconoce Javier Almán, quien recuerda que esa experiencia les animó a tomar las riendas de la ayuda que daban. Viajaron a la ciudad senegalesa de Saint Louis y empezaron a conocer las necesidades sobre el terreno. La idea era simple. Conocer lo que se necesita, plantearse objetivos concretos y acometerlos. «Mucha gente lleva ayuda que no sirve, como entregar zapatos a niños de la calle. Ellos lo venden para tener una comida al día y los que llevaron los zapatos se frustran», explica Almán, quien insiste en que el contacto con senegaleses que trabajan allí y la realidad cotidiana de la ciudad cambió su forma de pensar.

En los colegios no hay ni baño, ni agua potable, ni se recoge la basura. El nivel de precariedad es total. «Pusimos cuatro grifos con agua potable y cuando volvimos a los seis meses vimos que estaban muy estropeados. Preguntamos y nos dimos cuenta de que todo el barrio usaba esos grifos porque nadie tiene agua potable en sus casas, no sólo había cambiado la vida de los alumnos sino de miles de personas del entorno», señala Javier Almán. «Vamos con nuestra visión europea, pero el pobre de aquí es rico comparado con ellos», insiste.

El trabajo de la ONG se ha centrado en restaurar un colegio y ahora están empezando a actuar en otros barrios. También colaboran con un centro social de la zona y han equipado un taller de costura con 50 máquinas de coser Singer y otro de peluquería, dos de las profesiones básicas para ayudar a las mujeres a tener unos ingresos.

«Vale muy poco hacer mucho en África», apunta el presidente de la ONG, quien apunta que «con 500 euros se alimentan, lavan y medican a 50 niños durante seis meses». Esto les lleva a buscar grupos de amigos o familias «se juntan y, por poco dinero, colaboran en algo concreto, que ven ellos los resultados y pueden hacer el seguimiento».