Es lo último que miran al acostarse y lo primero en cuanto abren los ojos. Son capaces de prestarle una atención absoluta y desconectar de su alrededor aunque estén rodeados de gente. Se trata de un aparato electrónico; un teléfono móvil, una tableta u ordenador, pero engloba mucho más. El medio por el que circulan conversaciones, fotografías, amistades y una entidad creada a través de la pantalla a golpe de tecla que se convierte en un arma de doble filo si no se sabe utilizar.

Todos los expertos coinciden. Las redes sociales y las tecnologías no son negativas pero un mal uso de las mismas puede derivar en una adicción de tipo conductual. Numerosos artículos ahondan sobre los problemas que pueden desencadenar y muchos centros ya los tienen entre sus pacientes. No es una situación alarmista pero avisan de que puede generar problemas si no se ataja.

Los jóvenes son uno de los colectivos más vulnerables. Su percepción sobre el uso del móvil, internet y las redes sociales nunca sobrepasa límites pero la realidad es diferente.

En Proyecto Hombre indican que en los últimos años se han incluído programas de prevención y terapias destinadas a las TIC en la organización. Los profesores han dado la voz de alarma y uno de los síntomas que deja entrever que las redes se usan más de lo que deberían es que los alumnos van a clase faltos de sueño y con cansancio.

Proyecto Hombre considera que si un adolescente o menor supera las tres horas de uso de estos dispositivos es un indicador de posible adicción. Lo importante es trabajar en la prevención y, para ello, los centros educativos con los que tienen acuerdos cuentan con sesiones informativas para los familiares sobre este asunto.

«Normalmente si los padres se ponen en su sitio los niños también lo hacen», indican. No son alarmistas pero aseguran que si no se marcan ciertas pautas puede ir a más. El aislamiento, la rebeldía, el bajo rendimiento escolar y otras cuestiones relacionadas con el acoso virtual y derivados, son algunas consecuencias.

Los progenitores deben poner horarios al uso de internet. No deben permitir que atrasen la hora de ir a la cama por mirar los perfiles en redes sociales y tiene que limitar su uso a momentos en los que no quiten tiempo a otras actividades como estudiar. No son nativos tecnológicos como sus hijos y sienten que no tienen el control pero pueden dar normas básicas para lograr un uso adecuado. Es la única fórmula. «La adolescencia y la frase yo controlo van unidas. Para ellos siempre es normal», matizan.

Estas son algunas de las cuestiones que se abordan en las sesiones informativas escolares. Si alguna familia ve que ya ha superado esos términos y ya entra en juego la irritabilidad e incluso una posible ansiedad por parte del afectado se trata en una cita personal. Es un caso de seguimiento por parte de la organización y trata de dotar a los familiares de las herramientas necesarias para ponerle fin; la llamada prevención selectiva. Si no funciona se pasa a la prevención indicada, una fórmula en la que se trabaja también con el menor en cuestión.

Proyecto Hombre no es el único lugar al que acudir cuando el adulto tiene dudas o el problema ya está instalado en casa. Algunos centros privados que tratan adicciones ya lo abordan. El centro de Monte Alminara, ubicado en Moclinejo, es uno de ellos.

El director del departamento clínico español, Juan José Soriano, explica que los jóvenes encuentran en el universo virtual un refugio propicio para crear el personaje que les gustaría ser. Ante esta situación la solución es educar al adolescente y trabajar con la familia.

«Esta adicción tiene un tronco común con el resto de adicciones y es que responde a malestares. Si un menor no tiene habilidades para hablar en público, ligar o simplemente decir que no a los amigos recurre a algo que baje su angustia», explica. Ante esta tesitura se trabaja reforzando la autoestima, las relaciones entre los iguales y la autoridad de los mayores para atajar el problema. «El objetivo es que crezcan con las nuevas tecnologías de manera saludable», matiza.

Detrás de la pantalla se pueden entremezclar otros asuntos como el juego, el sexo o posibles acosos. La única forma de prevenir que los jóvenes no caigan en ello es conocer los límites y saber que es una herramienta más. Aunque todos coinciden en otro punto: los menores son un grupo al que las redes sociales atrapa pero no es el único. Los mayores también caen. Solo hay que mirar durante un instante el alrededor.