Otro de los negocios con más solera que, pese a las dificultades, sigue abierto cada día en Callejones del Perchel es el kiosco de Antonio Martín Jiménez y su familia. Las vitrinas que ahora están vacías, años atrás estaban abarrotadas de revistas. «Esta calle siempre ha sido una maravilla, pero ahora está muerta», apuntan los kioskeros. Además, creían que notarían mejoría con la apertura de la vía, pero desde que hay tráfico les han subido los impuestos. La cuantía sube hasta 400 euros más al año, «como si estuviéramos en la calle Larios». Si a día de hoy y después de todas las penurias no han cerrado el kiosco es por el cariño que le tienen al negocio familiar y porque no tienen otra cosa.