«Cuando entré lo encontré algo desmejorado», sonríe Araceli González. El enfermo no era otro que el Cementerio Histórico de San Miguel de Málaga, declarado Bien de Interés Cultural y que en los últimos cuatro años se ha sometido a unas obras municipales de rehabilitación gracias a las que ya exhibe una franca mejoría.

Araceli González, abogada, exconcejala de Medio Ambiente y directora del camposanto desde finales de 2011 presentó ayer junto al alcalde Francisco de la Torre el libro El Cementerio Histórico de San Miguel (26 euros), editado por Promálaga, un paseo de más de 200 páginas por la historia, anécdotas, panteones, servicios funerarios y los personajes enterrados más significativos del camposanto.

«He tardado unos dos años en escribirlo», contaba ayer la autora mientras enseñaba la rehabilitada sala de duelos del cementerio, uno de los pabellones exteriores recuperados por el Ayuntamiento: los hombres -y no las mujeres, que no acudían- entraban por una puerta, saludaban a los familiares del difunto, firmaban en el libro de condolencias y antes de salir por otra puerta dejaban su tarjeta de visita doblada en señal de luto.

El libro tiene detrás muchas horas de investigación en archivos como el Municipal, el Histórico Provincial, el Díaz de Escovar o el del Registro de la Propiedad y su embrión, cuenta la directora, fue el discurso de ingreso en la Academia Malagueña de Ciencias. «Hemos querido dar una idea del camposanto antiguo y el actual porque creo que se ha emprendido una labor muy importante», comenta, al tiempo que subraya que el objetivo del libro es dar a conocer al mayor número de personas, visitantes pero también malagueños «que el Cementerio de San Miguel existe, está abierto y tiene vida»

En los antiguos terrenos de labranza del Haza del Capitán Cabello, vecinos de los molinos harineros de San Telmo, comenzaron en 1805 las obras del Cementerio de San Miguel, interrumpidos tres años más tarde por la invasión napoleónica. Fue bendecido el 1 de julio de 1810, en plena ocupación francesa de Málaga.

El libro, con decenas de fotografías, da cuenta del proceso de rehabilitación de los últimos cuatro años en los que se han arreglado los suelos, recuperado los cantos rodados ocultos bajo el cemento en algunas zonas, arreglado los panteones municipales, limpiado los árboles, restaurado la capilla del cementerio -salvo la cúpula, para cuyo arreglo ya hay una subvención- y añadido 65 farolas. «Antes sólo había cinco en el pasillo central y estaban estropeadas», recuerda Araceli González.

Además se han recuperado todos los pabellones exteriores (dos de ellos por dentro también), se ha restaurado en buena parte la portada, la fuente interior del cementerio -a la que Estébanez Calderón dedicó un soneto- y esto ha llevado a que las familias comiencen a arreglar sus panteones privados como la familia Ojeda, así como varias cofradías.

Araceli González también anunció ayer que en breve el Ayuntamiento reforzará y limpiará la techumbre del panteón de los Heredia, anexo a la capilla y el principal del cementerio, después de que los propietarios renunciaran ante notario. El libro, qué duda cabe, es un paso más en el camino de recuperación de este BIC rescatado del olvido.