Es bastante probable que en el mundo existan personas llamadas Delio Buba, Quino Albert o Nube Biao. Son tres de los 2.100.000 de nombres compuestos masculinos con las cinco vocales y de los cinco continentes recopilados por el paleño Eduardo López, de 67 años, y que es fruto de 13 años de trabajo.

Parte de esa recopilación, en concreto 900.000 nombres, integran el Diccionario de nombres compuestos que le acaba de publicar la editorial barcelonesa Comte d´Aure.

La afición por una parcela tan exótica del léxico le vino a este antiguo trabajador de la construcción a raíz de una enfermedad: «Hace 13 años me diagnosticaron una degeneración macular, cogí un poco de depresión y lo acepté mal. Pensé que no podía estar en casa todo el día viendo la tele». Eduardo confiesa además que su gran pasión desde pequeño ha sido leer. «Habré leído miles de libros. De chico me gustaban los tebeos de Jabato, Crispín, el Capitán Trueno y me gustan mucho las biografías, me leído también la Biblia y El Quijote pero ya no puedo leer mucho porque las letras se me cruzan», destaca.

Así que asumió el reto y además de mantener a raya la enfermedad, logró ocupar el tiempo a fondo: «Se me vino a la cabeza el nombre de mi hijo Juan Diego, son dos nombres propios de los que saco un nombre compuesto y con las cinco vocales sin repetir». Y de esta forma, como un juego, comenzó a pensar y a escribir a mano nombres compuestos en español con las cinco vocales sin repetir -por lo que, por ejemplo, está descartado el que contenga Antonio, que repite la o- y empezaron a surgir: Óscar Miguel, José Agustín, Luis Alberto... y la lista fue creciendo y creciendo hasta abarcar nombres compuestos masculinos de todos los países de Europa y de los cinco continentes, incluidos de China y Japón.

«Quise hacer algo distinto que no fuese común, entonces me metí en internet y vi que nadie en el mundo lo había hecho. Tengo que decir que para hacer esto hace falta tiempo y paciencia», advierte.

Y paciencia y miles de horas es lo que contiene el diccionario que le acaban de editar, de unos cuatro kilos de peso y con un precio de 65 euros. «Si va bien haríamos otro porque tengo guardado el siguiente», destaca en referencia al 1.200.000 nombres compuestos que tiene en la reserva.

Para recopilarlos, además de verificar la existencia real de esos nombres, ha empleado como fuentes libros, algo de internet pero también la televisión: «Siempre que había un campeonato de fútbol estaba pegado a la tele, mirando los nombres, apuntándolos con el boli».

El diccionario, además, incluye un apartado con nombres propios en español con las cinco vocales (Gualterio, Eufrasio, Laurentino, Juan de Dios...) y más de 600 palabras españolas con cinco vocales y la definición correspondiente (abluciones, bolsiquea, esquinado, pacienzudo...).

Eduardo confiesa tener «el orgullo y la satisfacción» de haber realizado un libro único y cree que la obra puede interesar a lectores «que tengan curiosidad», además de ser un trabajo que se puede consultar todas las veces que se quieran: «Quien lo tenga en casa lo verá más de una vez y más de dos», asegura.

Todo empezó con Juan Diego, pero luego aparecieron Gunderico Max, Delfín Gustavo y hasta Quinn Lancelot. Si alguien no sabe qué nombre ponerle a su hijo, este diccionario hecho en Málaga ofrece 900.000 sugerencias.