Juan Antonio Ruiz, de la junta de gobierno de la urbanización Premier, en el Cerrado de Calderón, hace memoria y concluye que desde que se terminaron los pisos en el 95 «el Ayuntamiento nunca ha baldeado la calle Meridiana».

Esta calle, que comunica la urbanización con la calle Olmo, tiene desde hace dos años otro problema: un talud que es un bazar de las sorpresas, porque al pie transcurre una acequia repleta de variedades de desperdicios, incluidas botellas, zapatillas viejas, sanitarios y, como simbólico resto de la huelga de Limasa de marzo, varias bolsas de basura.

«Y también he visto ratas», cuenta otro vecino. A este respecto, Juan Antonio Ruiz lamenta que haya personas que dejan en la acequia comida para gatos, que también aprovechan los roedores.

«Llevamos dos años pidiendo al Ayuntamiento que lo limpie, esta zona ya la visitó la anterior concejala del distrito Este, Carmen Casero, y hace unos meses el nuevo director distrito. Tomaron fotos y no hemos sabido más», resume Juan Antonio, quien explica que tanto Limasa como Parques y Jardines «se pasan la pelota» sobre quién debe limpiar el desaguisado. De momento no se ven resultados.

Los vecinos están tan indignados por la pasividad municipal que como detalla el presidente de la urbanización Premier, José Luis López, «como última solución en la última reunión de comunidad propuse coger a 20 ó 30 vecinos a limpiar la acequia y que nos hicieran una foto. Es una vergüenza», resalta.

«Es una pena, hemos intentado localizar a la junta de distrito, dos o tres veces por semana a lo largo del verano y no nos han dado cita. Con lo bonito que es aquello», añade.

Por su parte Juan Antonio Ruiz hace la siguiente reflexión: «Sumando todo, en la urbanización pagamos 62.000 euros de IBI al año al Ayuntamiento».

El presidente considera que «son unas cifras enormes para un espacio de 100 metros» y se pregunta: «¿En qué se gastan el dinero?, tiene que ser que lo metan en otros barrios que no pagan tanto IBI y nosotros estamos totalmente abandonados».

Fotos A. V.

Residencia de ancianos. Mas no acaban aquí las quejas, porque aparte del talud olvidado desde hace dos años hay quejas por lo que consideran la suciedad generalizada, palpable a diario en las aceras o en las papeleras arrancadas, que luego son repuestas sin el anclaje, por lo que los vándalos vuelven a arrancarlas, lamenta un vecino.

En este rincón del Cerrado preocupa además una residencia de ancianos cuyas obras quedaron paralizadas por la crisis y que, informa Juan Antonio Ruiz, está en manos de una caja de ahorros.

«Todavía recuerdo a los obreros subidos a la grúa protestando para que les pagaran», señala. El hecho de que la estructura de la residencia esté casi terminada ha provocado toda clase de situaciones: «Aquí venía la gente en taxi a comprar droga, la policía lo ha desmantelado en varias ocasiones».

También tuvieron que acudir los bomberos al incendiarse un colchón. El interior de la estructura, atiborrada de grafitis, evidencia que no dejan de entrar y salir personas. Por este motivo, los vecinos pidieron a la entonces concejala Carmen Casero que levantara un muro y sustituyera la tela metálica que rodea las obras, pero por falta de dinero el Ayuntamiento sólo pudo construir la mitad. En la actualidad, un enorme hueco en la tela metálica y un palé de madera inclinado permiten que gente de todas las edades entre y salga sin problemas.

Para José Luis López, la mejor solución sería transformar la residencia en un centro cívico, «para reuniones, impartir cursos y porque no hay en todo el Cerrado de Calderón, ni siquiera en Pedregalejo».

Por último, los vecinos denuncian la situación de una parcela colindante destinada a equipamiento que se usa como escombrera. «Aparte de la limpieza, lo malo es el abandono que tenemos en el Cerrado de Calderón», resume el presidente.