No falta a su cita semanal con sus pacientes, que le devuelven a sus años de estudio en la facultad donde, seguramente, nunca pensó en que su gestión sería decisoria para multitud de proyectos de investigación. Hace unos días fue nombrado director de Ibima, en sustitución de Maribel Lucena, y asegura que acepta el cargo con el entusiasmo propio de un investigador al que le apasionan los retos y el futuro de la medicina, que asegura pasa por la investigación, «una inversión de futuro».

Asume la dirección científica del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (Ibima). ¿Cuáles son sus retos?

La verdad es que el anterior equipo directivo ha conseguido que se acredite por el Carlos III y que crezca, me encuentro la institución muy consolidada. Dentro de las líneas estratégicas que me voy a marcar, una de ellas es la de activar la colaboración intra y extra grupos entre los 47 grupos de investigación que lo integran, tanto de red sanitaria como de la Universidad, es importante tanto favorecer como activar la colaboración entre grupos. En el momento actual la mayoría de los descubrimientos científicos relevantes se hacen gracias a trabajos colaborativos, ahora en la soledad del laboratorio es difícil de otro modo, hay que apoyarse y conseguir colaboraciones, porque esto redunda en conseguir hallazgos que repercutan en la salud de la población.

¿Cuál es el nivel investigador de Málaga?

Málaga tiene una importantísima masa crítica de investigadores en los dos hospitales y en la Universidad. La posición es bastante interesante, tanto como para decir que es uno de los institutos de investigación biomédicos del país más importantes. Aquí se hace investigación de calidad y la UMA ha aportado de otras disciplinas relacionadas con la biomedicina: sin investigadores no se pueden conseguir grandes logros. Ahora toca buscar recursos públicos y privados, conseguir financiación... para tener recursos para llevar a cabo todos los proyectos.

Ha dirigido tesis doctorales, ha publicado más de 300 artículos y es jefe del servicio de endocrinología. Sin embargo, no renuncia a la parte asistencial.

Intento mantenerla, el trabajo de gestión y coordinación que me lleva la investigación y este nuevo cargo me restringe mucho el horario, pero lo intento por todos los medios para mantener mis consultas clínicas porque para un médico, que es lo que soy realmente aunque también haga docencia e investigación, la relación con los pacientes es lo importante. Echo de menos la asistencia clínica pero ese gusanillo me lo quito una vez a la semana en consulta.

¿Recuerda el primer proyecto en el que participó?

Mi primer trabajo de investigación fue mi tesis doctoral en la que estudié el ácido úrico y la relación que tenía con otras alteraciones de los lípidos como el colesterol alto o los triglicéridos. La inicié en el año 1988, fue la primera vez que publiqué en una revista de habla inglesa, en Reumatology.

Ahora el colesterol y las alteraciones metabólicas son el abc de la endocrinología...

Las enfermedades metabólicas han sufrido un incremento importantísimo en los últimos 30 años, igual que el número de pacientes con diabetes, hipertensión arterial y también las alteraciones en los lípidos se ha incrementado mucho. Una de las causas fundamentales es el aumento de la obesidad en la población general.

¿Y qué diferencias ve entre las investigaciones de antes y las de ahora?

Hemos avanzado aunque aún queda camino que andar. Hace una década muchas revistas internacionales titulaban «el milagro de la ciencia en España». Había pasado de ser un país donde se decía que lo mejor es que inventaran otros, esa famosa frase de Ortega. Se ha pasado de eso, a ser un país a en el que ha habido un importante incremento de producción científica. Esto tiene que ver con el incremento de los recursos aunque es verdad que la crisis lo ha frenado, pero en este momento tenemos investigadores que pueden considerarse líderes de opinión a nivel internacional.

La investigación es una de las grandes víctimas de la crisis. ¿En qué medida ha afectado aquí?

Afortunadamente ha habido un residuo de financiación en lo público que ha mantenido muchos grupos de investigación. Aunque no ha seguido el mismo crecimiento que antes de la crisis, que no hayan desaparecido ayudas públicas ni estatales ni andaluzas ha conseguido que aguantemos el tirón.

Antes ha hablado de retraso histórico. ¿A cuánto estamos del resto de países?

Hay cierto retraso histórico, en España la investigación biomédica era prácticamente residual y estaba muy focalizada en determinados centros de élite del país, hace 50 años en los hospitales públicos era prácticamente inexistente. Ahora estamos en la situación de que el instituto Ibima tiene una producción científica muy importante y que se puede codear con institutos europeos, aunque es verdad que todavía hay mucho que recorrer respecto a los centros de referencia de Europa y EEUU. Aún así, lo que tenemos hoy hace 50 años era inimaginable.

¿Cuanto tiempo tarda, en el mejor de los casos, desde que comienza una investigación hasta que hay resultados y estos se trasladan al paciente?

Es un camino largo porque se empieza siempre con una hipótesis que genera descubrimiento inicial, hay que probarlo en células, luego pasar al modelo animal y por último, al humano. Es un recorrido amplio, desde que un descubrimiento sale en el periódico hasta que la molécula la tenemos disponible pasa casi una década. Luego la regulación de los nuevos fármacos es estricta. El tiempo es variopinto, ahora tenemos la molécula para el colesterol, pero los primeros datos los tenemos de hace 9 o 10 años. En el mejor de los casos es una década, algunas a veces se aceleran mucho como las de enfermedades raras, que tienen orfandad terapéutica… ahí se acelera por los pacientes. Igual con las pruebas diagnósticas, los biomarcadores de laboratorio… el cambio de la medicina en la última década ha sido espectacular.

¿Apuesta la Administración por la inversión?

Creo que si algo ha hecho que España de alguna forma se globalice ha sido que quienes tienen responsabilidades públicas se den cuenta de la importancia de invertir en investigación y en desarrollo. Creo que ese concepto ha calado en toda nuestra clase política, ahora está el problema de que si hay que invertir con dinero es una cuestión de prioridades, aunque ha habido cambios importantes, porque ya nadie dice eso de «para qué invertir si ya lo hacen los alemanes o los ingleses si no tenemos tradición». Soy optimista, ahora que hay una situación económica mejor espero que vayamos poco a poco acercándonos a la inversión que otros países hacen en I+D+i. Veníamos de una capacidad nula y ahora poco a poco nos acercamos, aunque seguimos lejos de Alemania o de otros países modelo, pero estamos en la senda de esas economías modelo que son las que generan más bienestar en el ciudadano. La investigación es fundamental para el sistema económico.

¿Qué ensayo o proyecto le haría especial ilusión dirigir?

Estamos trabajando en estudios poblacionales, y estamos ilusionados con un estudio a nivel estatal de prevalencia de obesidad y sus causas. Es un proyecto de gran nivel, tiene muchos fondos, pero estoy ilusionado. Hay otras más locales como buscar nuevas herramientas terapéuticas para el abordaje de obesidad y la diabetes, y con probióticos, bacterias vivas, que pueden tener beneficios en la salud, que a fin de cuentas es lo que hacemos… el fin último de la investigación en biomedicina es mejorar la salud de la población.

Termine esta frase: «Invertir en investigación es...»

Es invertir en futuro. Porque es, ahora mismo, el motor de las sociedades desarrolladas y es fundamental incorporarse no solo comprando nuevas tecnologías, sino que contribuye a generar inversiones en todas las áreas, como la tecnológica, la sanitaria... es muy relevante que a los investigadores también nos evalúan, no solo por publicar en revistas, sino por publicar patentes, nuevos métodos diagnósticos, y luego tienen un retorno en la sociedad, es un modelo productivo, es tremendamente importante.

Preside la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo), enfermedad metabólica que le preocupa especialmente y al que siempre señala como problema grave.

Estamos ante la gran epidemia del siglo XXI, las tasas han aumentado de forma alarmante, todo el mundo lo sabe, hay que diseñar estrategias, por eso una de las causas fundamentales es la lucha contra la obesidad y la lucha requiere de un esfuerzo multifactorial, estamos trabajando desde la sociedad con todo tipo de sectores, como periodistas, para que difundan contenidos, como que el 80% de los obesos no se identifica como tal. Hay que hacer actuaciones porque los mensajes caen en saco roto, estamos diseñando de guías de actividad física, trabajando con dietistas y aportando diferentes soluciones como colaborando con empresas de la industria alimentaria que reduzca el azúcar o las grasas... En la obesidad no se puede hacer un abordaje exclusivamente médico, hay que hacer diferentes acciones, como trabajar con las Administraciones.

Ha comentado que la cifra de enfermedades metabólicas va en aumento. ¿Qué porcentaje es culpa de la alimentación y cual del estrés?

La alimentación lo es de forma importantísima, tiene una relación absolutamente directa con la obesidad. Podríamos afirmar que si no hubiera obesidad no habría diabetes. Hay otros factores bastante de interés como la mala calidad del sueño, que tiene un efecto facilitador de la enfermedad metabólica. Los contaminantes también pueden favorecer la resistencia a la insulina. El estilo de vida se llevaría el grueso.

Aceite de oliva, pescado y verduras. Tenemos en nuestra tierra la dieta mediterránea y sin embargo Andalucía tiene los datos más altos del país en obesidad, ¿por qué?

Nos creemos que hacemos la dieta mediterránea porque nos baña el Mediterráneo o porque vivimos aquí. La hacemos si tomamos legumbres, verduras y fruta en cantidad y más pescado que carne. Pero cuando uno hace un análisis y compara a un niño de Liverpool y de aquí, la adherencia es casi igual, el concepto de que lo hagamos porque estemos aquí hace daño. Hay quien se toma un chuletón de ternera y dice que está haciendo la dieta mediterránea porque se lo come en un chiringuito.

"En alimentación todo es cuestión de sentido común y límites"

¿Qué alimentos son, a su juicio, los grandes responsables de la obesidad de la población?

Más que un alimento específicamente es el incremento de la ingesta calórica, ninguno es veneno. Todo es cuestión de sentido común y de consumirlo todo de forma limitada, porque el aceite de oliva es sano pero consumirlo de forma desproporcionada tampoco es bueno. En líneas generales frutas, hortalizas y verduras en general son alimentos muy recomendables y que prácticamente no tienen restricciones y todo lo que son productos elaborados ya conllevan una serie de ingredientes artificiales que de alguna forma están sesgando el efecto saludable de los alimentos naturales.

Ha criticado las dietas milagro y los alimentos que algunos ven como salvadores. ¿Qué habría que comer para que el sobrepeso no vaya a más?

La regla de oro es comer lo que necesitamos, ingerir las calorías que nuestro metabolismo necesita. Hay alimentos con gran densidad calórica como las grasas, hay otros que pueden no ser recomendables que tienen azúcares refinados en su composición, pero básicamente una dieta para una persona sana tendría que estar equilibrada entre hidratos de carbono, grasas y proteínas. Los tres principios inmediatos. Ahora hay dos estrategias en personas que quieren perder peso: restringir hidratos o grasas, según el paciente. Ahora, los inventos que surgen de un día, como la dieta de la manzana no tiene mucho sentido, porque sí, es un día que te ahorras, o lo de comer una almendra al día, eso no te va a adelgazar.