­De manera vertiginosa. En picado. Así han caído en la provincia de Málaga las solicitudes para iniciar un proceso de adopción. Los datos que ofrece la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía reflejan una tendencia clara, que permite hablar ya de este fenómeno como algo residual. En 2007, la casi eterna tramitación de una adopción internacional culminó en la provincia en 114 casos. En 2017, justo una década después, sólo 14 niños procedentes de otros países han acabado en seno de una familia malagueña. En valores porcentuales, la caída es del 88 por ciento. La serie histórica de diez años marca su punto más bajo en 2015, cuando el número de adopciones internacionales que se formalizaron no superó las doce. La tendencia no difiere en el plano de las adopciones nacionales. En 2011 se formalizaron 193. El año 2017 cerró con 58, dejando apenas una cuarta parte en comparación con los registros más abultados de la serie histórica.

En la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales apuntan a diversas razones. Los efectos de la crisis económica han lastrado a muchos hogares andaluces y, sin duda, es uno de los factores que ha influido en la bajada. Pero el jefe del Servicio de Protección de Menores, Jaime Aguilera, sitúa el principal motivo en los países de origen. En la medida en la que ha mejorado la situación económica en los países que tradicionalmente nutrían a España de adopciones, se han incrementando las restricciones. En el eslabón que va desde un niño desamparado a la búsqueda de un nuevo hogar, la adopción internacional siempre es el último recurso: «La crisis ha hecho mella, pero hay que mirar hacia los países de origen. En los últimos años, la situación económica ha mejorado y las adopciones se han vuelto más selectivas». En China, país que más niños dio en adopción en 2007, las políticas del Gobierno ya no castigan de manera severa a las familias que tienen más de un hijo. En 2007, a la vez, se han incrementado las restricciones para optar a una adopción. Algo que influyó de inmediato en el descenso de familias interesadas. Así, en Málaga, se pasó de 50 adopciones a menos de la mitad (22) al año siguiente.

La misma tendencia se da en Rusia, el segundo país que más adopciones autorizaba a España, después de China. Las restricciones, explica Aguilera, dependen de cada país. En algunas ocasiones, pueden dar lugar a cierta polémica. «En Rusia, como se puede imaginar todo el mundo, no se autorizan adopciones a parejas homosexuales», reseña. «En China, uno de los requisitos que se pide ahora es que los futuros padres no puedan ser obesos», añade Aguilera. Países de América Latina como Perú o Bolivia, que antaño eran otra alternativa, tampoco aparecen ya en el listado facilitado por la Junta. La último adopción procedente de este continente se remite a 2016, con la llegada de un niño colombiano.

A las restricciones en los países de origen, hay que sumarle las que pone la propia Junta de Andalucía. La adopción es un camino largo. En el mejor de los casos, el proceso dura tres años, aunque se puede alargar hasta los seis o siete. Muchas familias que no superan las distintas fases que establece la Junta bajo una idea de fondo que lo resume todo: «La adopción es el niño que necesita una familia y no una familia que necesita un niño».

El proceso previo para dar luz verde a que una familia pueda optar a una adopción pasa por cuatro fases: Información, formación, valoración y resolución. Aguilera admite que el aspecto económico es importante, pero no es primordial. «Rechazamos a muchas familias que presentan una situación muy desahogada», explica. Lo importante es la motivación: «La prioridad y el interés siempre es el menor. Hay que tener una conciencia muy clara. Nosotros le damos herramientas a los futuros padres porque va a haber momentos difíciles». Aguilera confirma que hay un elemento fundamental a tener en cuenta: «cada niño viene con una mochila».