Desde la aparición de internet y las redes sociales, el amplio abanico de posibilidades que estas ofrecen a través de un ordenador o un dispositivo móvil son incalculables. Los jóvenes y no tan jóvenes han comenzado a utilizar estas herramientas para entablar relaciones sociales tanto con conocidos, como con desconocidos. Asimismo, el uso de las mismas provoca una amplia difusión de información así como de imágenes y vídeos. Estos, en algunas ocasiones, pueden ser de carácter sexual por parte de los jóvenes que a esas edades se encuentran en pleno conocimiento de su sexualidad. Sin embargo, este hecho ha provocado una oleada de ciberacoso tanto por parte de menores, como por parte de adultos.

«El hecho de hacerse las fotografías no es un delito, sin embargo, que la persona que las reciba las envíe a otras personas o trate de chantajear al menor si que lo es», expresa el subinspector de delitos tecnológicos de Málaga, Jorge Gómez. En Málaga, el equipo de delitos tecnológicos asegura que «este tipo de casos ha aumentado considerablemente con la aparición de aplicaciones como Whatsapp y otras redes sociales como Instagram o Facebook».

En estos sucesos, la persona puede ser un adulto haciéndose pasar por un menor (grooming) u otro menor (sexting). «Sea menor o adulto es un delito ya que el envío de imágenes de carácter sexual de un menor se calificaría como pornografía infantil. Las condenas varían dependiendo de la edad que tengan y de la relación con el menor», asegura el subinspector. Asimismo, el hecho de que se extorsione al joven también supondría un delito tipificado en el Código Penal. «El Código ya recoge este tipo de sucesos como sexting o sextorsion, por lo que también sería considerado un delito», recalca Gómez.

«Lo más habitual en estos casos es que un menor envíe la imagen de su expareja por rabia o celos, lo que provocará un ciberacoso a través de las redes sociales por parte de compañeros que vean el material. Con aplicaciones de mensajería instantánea, el envío de una imagen es muy sencillo y en cuestión de minutos puede haber llegado a China. En el caso de los adultos las intenciones son muy diferentes . Ellos suelen extorsionar a los jóvenes para pedir más imágenes similares aludiendo que las enviarán a sus seres queridos», destaca el subinspector.

El procedimiento habitual al que se enfrenta el equipo de delitos tecnológicos en estos casos es buscar a la persona que ha enviado el material, tener acceso al dispositivo y verificar que la imagen ha sido enviada, siempre con una orden judicial de por medio que se lo permita. «Es un proceso complicado, pero lo es más aún cuando esa imagen se ha subido a una red social. Ahí tratamos de ponernos en contacto con la empresa para que la elimine, sin embargo, quien se la haya descargado de forma previa y quiera hacer uso de la misma podrá hacerlo y entonces, tendríamos que volver a realizar el proceso de búsqueda», incide Gómez.

Por otro lado, el subinspector destaca que «normalmente llegan este tipo de casos hasta el equipo porque el joven ha llegado a un punto en el que tiene tanto miedo que termina contándolo a sus padres o por que estos, acceden al dispositivo del menor y ven lo que está sucediendo».