La puerta está abierta. Un palo sujeta la hoja y a continuación, la desaparición de un tramo de valla permite a cualquiera plantarse en la antigua piscina cubierta de Campanillas de la calle Fausto. O para ser más preciso, en lo poco que queda de ella.

Clausurada por Urbanismo en 2013, aunque sin uso desde un año antes, en 2014 el Ayuntamiento rescató la fallida concesión, en manos de la empresa Gestión de Ocio y Deportes Falhala. Para la presidenta de la asociación de vecinos Evolución de Campanillas, Carmela Fernández, ha sido peor el remedio que la enfermedad: «Esto es de juzgado de guardia, que sean unas instalaciones municipales y que esto esté como está».

La dirigente vecinal se pasea por las ruinas del equipamiento público mientras señala las huellas ennegrecidas que salen del antiguo gimnasio. «El 24 de abril le prendieron fuego echando gasolina», informa. Pintadas gigantes se extienden por los baños y como criaturas sin control han tomado posesión del interior de la piscina infantil y de la de los adultos, así como de un inmenso jacuzzi, para a continuación colonizar el gimnasio incendiado. En el suelo, un ejército de colillas y algunos vasos de plástico.

La asociación de vecinos recuerda que la piscina ha sido una institución en Campanillas desde hace unos 40 años, cuando se construyó en tiempos de Pedro Aparicio. «Al principio era una piscina de verano con su restaurante y era espectacular porque no todo el mundo tenía coche para ir a la playa», señala Carmela Fernández.

La asociación de vecinos se muestra escéptica con el informe encargado hace un par de años por Urbanismo que determinó que el vaso principal estaba agrietado a causa del terreno. «Si el vaso estuviera agrietado no estaría lleno de agua de lluvia», argumenta el dirigente vecinal Ricardo Fombuena, que acompaña en la visita a la presidenta.

Ricardo Fombuena sí precisa que se aprecia una grieta alrededor de la piscina pequeña, a un par de metros, y recuerda que se trata de un añadido posterior a la piscina original.

«Aquí hay viviendas y hasta un instituto y nunca ha pasado nada, tampoco se le ha ido nunca el agua a la piscina», destaca la presidenta.

Carmela Fernández lamenta la falta de reacción municipal después de rescatar la concesión: «Cuando cerró la piscina porque no tenía licencia ni nada en condiciones el Ayuntamiento tenía que haber puesto pie en pared, legalizar las instalaciones y a partir de ahí, sacarla a concurso. Como estaba, cualquiera podía haberla cogido».

Piscina de verano

El colectivo vecinal, en todo caso, se opone con rotundidad a cualquier proyecto que suponga la desaparición de la piscina: «Hoy por hoy lo que quieren los vecinos es una piscina de verano para poder disfrutarla y a lo mejor es más rentable para el concesionario que la coja que una de invierno climatizada que eso, en estos tiempos, no puede llevar nadie», considera Carmela Fernández.

La presidenta vecinal anuncia que la asociación va a pedir a la Gerencia de Urbanismo tanto el informe por escrito del estado de la piscina como el proyecto de construcción en los años 80.

Además, reclama al Ayuntamiento que apoye al distrito, en referencia al respaldo de la concejala de Campanillas para que el barrio siga contando con una piscina.

A este respecto, la concejala de Campanillas, Elvira Maeso, explicó a La Opinión la pasada semana que el distrito ha pedido a Urbanismo un proyecto, «para que valore cuánto costaría recuperar el vaso actual y si no se puede, hacer uno nuevo con la idea de tener una piscina de verano».

La concejala de Deportes, Elisa Pérez de Siles, precisó a su vez a este diario que, en caso de construirse, la piscina no podría catalogarse como «infraestructura deportiva», por no cumplir el criterio técnico de ratio ni el de solvencia. «Sería una piscina que pondría en marcha el distrito», recalcó.