Justo en la bajada de la Alcazaba nos encontramos a Augusto, aunque su presencia se hace notar desde mucho antes de llegar a su localización. Este joven cantante de ópera nos espera mientras interpreta el famoso Nessun dorma, mientras deja como piedras a los viandantes que transitan la calle.

Búlgaro de nacimiento, su padre le sirve como traductor porque apenas sabe hablar algunas palabras en nuestro idioma. «Estudio en el conservatorio en mi país, pero el trabajo allí es casi inexistente». Su padre toca el saxofón y en muchas ocasiones le acompaña en sus actuaciones callejeras. Justamente se habían encontrado con Pablo Ferré. «Él me ha escuchado y me ha dado el papel con las normas para saber donde puedo estar y cuanto tiempo». Augusto ha pasado poco tiempo en España, pero su padre lleva 15 años viajando de manera intermitente a Bulgaria y volviendo. «Gracias a algunos amigos hemos podido tocar y cantar en algunos restaurantes de mi país, pero la situación es realmente complicada, y no era lo ideal». Como todos los demás, piensa que en otros momentos las cosas eran distintas. «Ahoras las cosas están mucho más tranquilas, y la policía comprende nuestra situación».

Augusto no usa instrumentos en sus actuaciones y la música que usa tampoco supera los 65 decibelios límites, pero su principal herramienta es la voz y el tipo de música que canta exige que alce bastante la voz. Respetando las horas intempestivas de la tarde, cada tema que inicia es un espectáculo, y la gente se para sin duda alguna. No molesta y la zona reglamentada es prueba de que los 15 puntos que se han estipulado en la normativa están seleccionados con el fin de perturbar lo menos posible el descanso de los vecinos y los negocios de los comercios colindantes, que lejos de verse perjudicados, son favorecidos por la gran cantidad de personas que se paran a presenciar el brillante talento de Augusto, un chico con un ilusionante futuro que muestra su valía en las calles de Málaga.