La Delegación Provincial de Salud ha decidido activar su protocolo de atención y vigilancia ante las altas temperaturas registradas en la provincia, donde ayer se decretó la alerta amarilla. La medida, que incluye visitas a la población de mayor riesgo, lactantes y mayores, fundamentalmente, seguirá vigente durante los próximos cuatro días, según detalló Ramón Monís, director médico del Distrito Sanitario Centro.

Fuentes del Instituto Nacional de Meteorología precisaron que la temperatura rebasó ayer los 37 grados en algunos puntos del litoral, máxima que obliga a decretar el primer nivel de precaución. No obstante, no se trata de la primera vez que la Costa se encuentra en alerta este verano, ya que padeció varios días con extremos semejantes. Afortunadamente, el calor se suavizará hoy por la acción del viento de poniente, si bien la máxima continuará en raseros altos, concretamente 31 grados.

La inclemencia del sol ha puesto en aviso a Salud, que establece distintos programas de actuación en función de las temperaturas. El amarillo se corresponde con la actividad conjunta de Salud Responde, que, además de atender consultas ordinarias, se pone en contacto con los pacientes más sensibles al calor. También con la actividad de las enfermeras de familia y enlace, que acuden a los domicilios de la población en situación de riesgo.

Monís explica que la exposición al sol resulta especialmente dañina en las personas mayores, pero también en pacientes crónicos o sometidos a medicación con efectos diuréticos o relajantes. "Toda práctica intensa que implique una bajada de tensión es peligrosa", señala.

Junto a estos casos, existen otros colectivos de asistencia prioritaria, caso de las personas que viven solas y de los cuidadores, que reciben cursos de formación al respecto. Entre las máximas de prevención figura la ingesta continua de líquido y la dieta pródiga en verduras y legumbres. Unas prácticas a las que hay que agregar la ventilación de las viviendas, el uso de trapos mojados y la vestimenta holgada y de color. Además, claro está, del sentido común, que en estas vicisitudes se mide en la necesidad de eludir la intemperie durante las horas más abrasivas del día.