Las grandes gestas están escritas por grandes hombres. Y los jugadores del Málaga lo son. Ayer esta plantilla entró en la leyenda. Se hizo eterna con una victoria que pasará directamente a los libros de historia y con un triunfo que traspasa las propias fronteras del fútbol. Con la puñalada de la UEFA aún fresca, con la sanción del organismo europeo aún retumbando en la cabeza de los malaguistas, el equipo de Pellegrini fue capaz de alcanzar su máximo grado de concentración para superar a todo un Real Madrid y cerrar, de una vez por todas, la historia negra contra los blancos.

La alegría máxima, el estado de euforia para el malaguismo fue el mejor regalo de Navidad. Ayer el Málaga sí fue capaz de ganar al Madrid y lo hizo como los equipos grandes, como los guerreros que no temen a ninguna batalla. El equipo blanquiazul le habló de tú a tú a los blancos -ayer de verde-. Le meneó por momentos y durante 45 minutos de pura fantasía escribió el más bello de sus triunfos ligueros.

Fue el broche de oro magnífico para un 2012 que no debería acabar nunca para el malaguismo. A lo largo de estos doce meses, sobre el verde, ha habido un sinfín de buenas noticias blanquiazules. La clasificación para Europa, la entrada en la Champions, los triunfos sobrados contra rivales directos, el paseo por el Viejo Continente y ahora, ya por último, la victoria sobre el Real Madrid.

Con este triunfo se cierra de una vez por todas el círculo a 29 años sin conocer la victoria sobre los blancos. Más de la mitad de los aficionados que estaban ayer en La Rosaleda no sabía lo que era ganar al equipo madridista. Ahora ya sí. Lo han paladeado con el gusto que merece, como si fuera el mejor caviar posible.

Lo mejor es que a las vacaciones de Navidad, la afición blanquiazul se marcha con una gran sonrisa en la cara y con la satisfacción de saber que tiene un equipo de Champions. Más allá de las sanciones o de las piedras en el camino que ponga la UEFA al Málaga, este equipo es de primerísimo nivel. Todo ello se barruntaba, se veía venir a tenor de sus logros. Pero ayer tomó forma y se corroboró con un gran triunfo.

Además, el mensaje al resto del planeta futbolístico parece claro: si quieren quitarle al Málaga sus derechos deportivos, la injusticia será aún mayor cada jornada que pase. Lo que este equipo se gana justamente sobre el césped no debería arrebatárselo nadie en los despachos. Por ello debe pelear el malaguismo, ya que por ello siguen luchando sus jugadores. Toda una lección.

Así, lejos de bajar los brazos tras conocer la sanción, los «soldados» de Pellegrini apretaron los dientes e hicieron piña para buscar la victoria. Este triunfo no sólo eran tres puntos, también es glamour y caché. Focos en una misma dirección. Iluminación sobre el que ha sido capaz de terminar de dejar la Liga en bandeja de plata para el Barcelona.

Un partido trepidante El encuentro arrancó como mandan las grandes citas. Si el malaguismo quiere un ensayo de lo que serán los octavos de final de la Copa de Europa o citas de similar calado, ayer lo pudo vivir en primera persona. Los de Mourinho salieron enchufados, buscando no desengancharse de la Liga. El Barcelona había cumplido en Pucela y el portugués caldeaba aún más los ánimos dejando a Iker Casillas en el banquillo.

Amenazaba Cristiano con un misil teledirigido en falta directa, pero Caballero demostraba que el «Zamora» no es casualidad. Apretaba Di María y Ozil. Líneas juntas y presión arriba. El arreón inicial amedrentó al Málaga, que tardó minutos en desperezarse y quitarse la presión blanca.

Si la primera parte fue una partida de ajedrez, con movimientos sumamente tácticos y con poco trabajo de los porteros, llegando al descanso con el marcador gafas (0-0); la segunda mitad fue toda su antítesis, un canto al fútbol alegre con goles, espectáculo y juego vertical. Un lujo para el espectador más allá de colores y escudos.

La primera mitad había dejado la sensación de que los blancos habían perdonado al Málaga, pero en la reanudación el conjunto blanquiazul no titubeó. Joaquín, recuperando su mejore versión -desde que llegó a Costa del Sol no la ha dejado- se echó el equipo a la espalda y levitó sobre las aguas para guiar al Málaga a la victoria. El de El Puerto participó en los tres goles malaguistas y dio una lección de regates, pases y obras maestras.

En la primera que tuvo se la puso en la frontal al Golden Boy malaguista. Isco no dudó y golpeó con el alma para abrir el marcador (1-0, m. 49). Delirio en las gradas.

El partido había cambiado de forma radical. Transiciones rápidas y máxima tensión. El empate tardó en llegar (66´) en un «churrigol» de Benzema, pero que devolvía al malaguismo a la tierra.

Pero la entrada de Santa Cruz fue providencial. El guaraní salió con hambre y sus dos primeros balones fueron para dentro. Aprovechó el taconazo de Joaquín para marcar a placer y poner el 2-1 (73´). Más ágil pero igual de letal estuvo al culminar una gran jugada del Málaga con pase interior de Joaquín y poner el 3-1 (76´). En Málaga ya todo el mundo estaba convencido de que el triunfo, 29 años después, sería realidad.

El tanto de Benzema (82´) en un despiste malaguista le echó picante al partido. Puso emoción a un triunfo legendario. Pero no pudo evitar que este Málaga sea desde ayer eterno para el resto de los años, por mucha UEFA y muchas sanciones que se saquen de la chistera. Disfruten de una Navidad blanca... y azul.