Supongo que la culpa fue de Twitter. Había calma tensa entre el malaguismo desde hace días. Muchos teníamos marcado en rojo en el calendario el miércoles 9 de enero. ¿Pero todos contaban con pasar una noche a la intemperie por una entrada para Oporto? Desde luego, era algo que no entraba en mis planes. Tras el partido de Copa, al llegar a casa, vi que la mecha se había prendido vía Twitter. Como fichas de dominó, cientos de malaguistas terminamos en cuestión de horas sentados en la puerta de una oficina de viajes. «Una locura bonita», decía uno en su microblogging. Esta red social hizo de efecto llamada, primero. Y luego de comunicación entre las distintas acampadas de #colaOporto, como se denominó el hashtag que sirvió de hilo conductor. A la postre, muchos de los malaguistas que durmieron en la calle, se quedaron sin entrada. Con apenas 915 localidades en juego, las cuentas dictaban que la cosa salía a unas 50 entradas por oficina. Es decir, sólo los 24 primeros aproximadamente de cada #colaOporto tendrían su entrada asegurada si se cumplían las previsiones, como finalmente ocurrió.

Llegué a la oficina de la calle San Juan porque en la de Carlos Haya y calle Hilera, pasada la una de la mañana, ya había más de medio centenar de personas. El objetivo era meterse entre los 20 primeros. Por Twitter los rumores se dispararon. De la oficina de Ronda se decía que no había nadie, pero tampoco se atrevió ninguno a ir a comprobarlo. A San Juan sí llegaron sobre las 3.00 horas gente de otras colas. Un total de 32 personas hicieron noche. Y hasta 74 había registrados minutos antes de abrirse la oficina, en una lista creada para evitar la picaresca. La anécdota llegó bien entrada la mañana. Dos tipos trataron de ser más listos que nadie y decían haber pedido la vez a la una de la madrugada anterior. Durmieron en casa y reivindicaban su puesto entre los diez primeros de la fila. Terminaron los últimos y sin entrada, claro.

Durante la noche hubo quien lo pasó realmente mal por no equiparse bien. Moraleja: si hay otra cola nadie olvide saco y aislante. Los trabajadores de Limasa no cesaron su actividad en toda la noche. Por falta de efectivos nadie puede decir que el centro de Málaga esté sucio. Un hombre con evidentes síntomas de embriaguez encontró en los «acampados» su mejor público al que recitar poemas a pulmón abierto en plena madrugada. Los vecinos llamaron a la policía y pudo costar el desalojo de los malaguistas. Los agentes entendieron la situación y le dieron solución. Un repartidor de zumo se solidarizó a altas horas de la noche y donó dos garrafas a la causa. Respondimos con una ovación cerrada. También hubo quien se quiso sumar a la movilización del 11-M. Pero desistió al enterarse de la película real.

Anécdotas de una noche a la intemperie que le hacen sentir a uno un privilegiado por ser parte de este sueño malaguista. Pero también por tener un techo donde dormir cada noche. La experiencia no fue traumática, ni mucho menos, pero no está a la altura de las circunstancias. La #colaOporto nunca debió de producirse. Confío que no se repita. Hay fórmulas más humanas para canalizar la descomunal demanda que existe. Pero que nunca se apague esta ilusión que desborda al malaguismo, y que corre como fichas de dominó.