Los guiris juegan una «pechá» al fútbol. Los que saltan al césped. Los que invadieron Málaga y dejaron muchos euros en restauración y hoteles beben cerveza como cosacos, son altos de cojones y se ganaron a la afición malagueña a las primeras de cambio. «¡Que viva España!», cantaban unos cuantos camino de La Rosaleda para, poco después, gritar «Puta Sevilla». Así los quiere la Merkel, listos como ellos solos. Que luego los españoles pagamos las facturas y los intereses a sus bancos. Sobre el campo da gusto verles. Corren arriba como diablos, tocan el balón, llegan en oleadas, triangulan de maravilla y, además, con ese amarillo fosforito de su camiseta, aumenta la sensación de que están en todas partes, de que son más. Pero tienen dos problemas. Bueno, tres. Y eso que tienen al seductor de Gotze, que pasó de orinar en el campo mientras se entrenaba el martes a mearse anoche encima. Gotze se ve que ha perdido toda la fuerza por sálvese la parte. Correr, sí que corrió. Pero falló tres mano a mano con Willy. Si llega a tener enfrente a la rubia del yate de Ibiza seguro que la mete, pero ante el argentino erró tres, una detrás de otra, a cuál más clara.

El primero de los motivos por el que lo llevan crudo es porque no la saben meter, como dejó bien claro Gotze. Lewandowski, su hombre gol, fichará este verano por cualquier «grande» del panorama, porque es una pasada de delantero centro, pero ayer se quedó con las patas colgando cuando, solo y con Caballero batido y sin la corona de ángel que lució todo el partido, la mandó a saque de banda. Gundogan, el ocho, dio una lección de fútbol en la medular. Igual que Reus unos metros más para adelante. Verles jugar fue una alegría para la vista. El Málaga supo que estaba en unos cuartos de final de la Champions gracias al Dortmund, pero el equipo de Pellegrini salió vivito y coleando de la emboscada alemana.

En las espaldas de los centrales está el punto débil del Borussia, bicampeón de la Bundesliga en estas dos últimas temporadas. Especialmente Subotic, el recambio del lesionado Hummels. Santana es un bicho, pero también se le puede meter mano. Y el tercer factor es su favoritismo. Ahora la presión es de ellos. Juegan en casa, ante 70.000 berracos. Se saben superiores y mejores. Saben que pudieron sentenciar en Málaga y que, a poco que les cambie la fortuna, entrarán los goles, sin Weligton ni Iturra. Y con ese arma de doble filo debe saber jugar el Málaga. Un Málaga al que nos faltan periódicos para darle las gracias por este bendito sueño que tendrá, el 9 de abril, en la ciudad de Dortmund («Guirilandia») la continuidad de este momento mágico. Más de 2.000 malagueños estarán presentes. Valen por toda la ciudad y por el jeque Al Thani que, en el día más importante de la historia del club, se quedó en casa. Allá él.

@Falimguerra