Hay una máxima en el fútbol que es impepinable: los goles no se merecen; se hacen... y punto. Ya sean por la escuadra, de churro, ilegales, en el último suspiro o con el trasero. Los tantos son la vida, el elixir del éxito sobre el césped, los «reyes» de las crónicas y los que emiten el veredicto final de si hay que alzar el pulgar o ponerlo mirando al infierno. El Málaga ayer decepcionó. Y no porque no hiciera un buen partido o acumulase los méritos más que suficientes como para marcar un gol, decepcionó a su parroquia porque se fue de vacío. Fue tan superior a su rival, un desdibujado Levante, que no haber ganado a los granotas deja un mal sabor de boca en el ambiente, un punto escuálido que evidentemente sabe a muy poco visto lo visto sobre el maltrecho césped de Martiricos.

Si tiramos de estadísticas, los argumentos son demoledores. El Málaga de Javi Gracia botó veinte córners, tuvo dieciocho remates -siete de ellos entre los tres palos-, cayó siete veces en fuera de juego y amasó un 58 por ciento de posesión. Es decir, que fue dueño y señor del partido... Hasta que se las vio con Jesús Fernández. El meta del Levante, que incluso se vinculó con el Málaga este verano, fue un titán bajo palos, pero también el conjunto blanquiazul disparó con fogueo en muchas ocasiones. De una forma u otra, el Málaga no pudo romper el precinto a la meta valenciana.

Pero uno de los grandes culpables para que el Málaga se fuera ayer de vacío la volvió a tener el trío arbitral. Y es que de nuevo el de negro volvió a perjudicar al Málaga en general y a Juanmi en particular. Al malagueño le anularon un gol completamente legal en el 62´, como ya sucedió en Mestalla. Y minutos después también señaló fuera de juego de Amrabat cuando el holandés ya enfilaba la autopista en solitario hacia Jesús. Detallitos que vuelven a minar el camino del Málaga, si se puede entender como un eufemismo de robo.

En cualquier caso, el empate sin goles en Martiricos es una consecuencia por los desafortunados acontecimientos. Si Gil Manzano no hubiera señalado fuera de juego... Si Jesús no hubiera parado los disparos de Rosales, Luis Alberto, Santa Cruz... O si Samu Castillejo hubiera metido la última pelota del partido...

Evidentemente, el malaguista crítico puede pensar hoy que sólo con Santa Cruz no parece que vaya a haber suficiente para acumular merecimientos de gol. Puede que ni con Amrabat, que volvió a La Rosaleda aunque en una nueva demarcación. Para hacer daño este Málaga necesita crear un grandioso número de ocasiones y contar con cierta fortuna. No será fácil.

Sin embargo, sí puede el aficionado blanquiazul sentirse contento y orgulloso con el resto de facetas del equipo. Este Málaga genera fútbol, crea ocasiones y consigue llevar la pelota al área rival de una manera más que decente -otra historia es meterla-. Tampoco le crean demasiadas ocasiones -ni un solo remate a portería del Levante en los 90 minutos­-, y se mueve con soltura a la hora de llevar el peso del partido. La zaga está atenta, el centro del campo se multiplica y el ataque inventa. Detalles para el optimismo en un día quizás oscuro tras el empate ante el colista.

Arrancó el partido espeso, sin profundidad y casi exento de tensión. El Málaga, al ralentí, dominaba con un buen Recio y con la generosidad de sus laterales. Se fueron multiplicando las ocasiones en el lado blanquiazul, que se esforzaba por agradar a su afición tras el varapalo de Valencia.

El conjunto blanquiazul se plantaba fácil y con rapidez en las inmediaciones de la portería de Jesús Fernández, pero no terminaba de rematar la faena.

Las ocasiones se amontonaban sin oposición granota. El Málaga mezclaba velocidad arriba con juego directo desde la zaga en busca de sus delanteros. Sin embargo, el gol se resistía. Las más claras, de Rosales y de Luis Alberto, pero ninguna subió al electrónico. Al descanso el Málaga ya había acumulado ocasiones suficientes como para ir goleando a su rival, pero...

En la reanudación, el equipo de Gracia repitió guión. Un auténtico monólogo futbolístico pero sin materializar el fútbol. Buenas jugadas, ocasiones, pero nada más. Hasta que llegó el gol mal anulado a Juanmi. Sobre el césped no hubo muchas reclamaciones, pero las imágenes en televisión mostraron la equivocación. La esperada entrada de Amrabat, con ovación incluida, le dio frescura al ataque, pero siguió siendo insuficiente. Y el paso de los minutos sólo benefició al Levante, que propuso poco fútbol y se llevó un generoso botín.