­Ha pasado un año y para muchos de los vecinos y propietarios de parcelas de la zona de Entrerríos y La Atalaya, en Mijas, la vida sigue igual desde que algunas de sus casas, fincas, ganados y parcelas agrícolas resultaran arrasadas por las llamas.

Lo resume muy bien Brit Petersen, una vecina de La Atalaya cuya casa acabó calcinada tras el siniestro: «nada es mejor ni peor aquí desde que pasó el incendio. Nadie ni nada se mueven en ninguna dirección».

Es más, ella, como muchos otros vecinos, ya ha recibido una comunicación por parte del gobierno central que le ha informado «de que no tengo derecho a ningún tipo de ayuda económica» al estar asentada su vivienda en una zona no urbanizable.

«Es el problema que sufrimos muchos de los que llevamos tantos años viviendo aquí. Yo no voy a llorar, porque hay mucha gente que ha perdido todo y se ha tenido que ir a su país o a casa de un familiar a vivir. Yo, al menos, tengo otra casa anexa a la que se quemó que está intacta. Pero creo que las administraciones podrían haber hecho mucho más por ayudar a quienes lo han perdido todo porque no ha sido nuestra culpa», afirmó esta danesa residente en La Atalaya desde hace más de 20 años.

Lo mismo opina Salvador Porras, un ganadero de Entrerríos que perdió a once de sus 20 vacas durante el incendio. Sus pérdidas se cifran en más de 12.000 euros aproximadamente, y el gobierno aún no le ha contestado a su solicitud de ayuda económica.

«Mis vacas son mi vida. Vivo de ellas. Espero que responsan a tiempo porque ha sido un año muy duro», explica.

El campo se recupera

Tanto Petersen como Porras coinciden en destacar que la frondosa vegetación de la zona, en la que predominan los alcornoques centenarios, se están recuperando bastante bien. Otro aspecto positivo, según Chantal Lancelot, la propietaria de un refugio de gatos de Entrerríos que también resultó afectado por el fuego, es que muchos lugareños han reaccionado bien ante el siniestro del pasado año.

«Ahora somos más conscientes de los peligros que corremos y de que debemos cuidar el campo. Todos mantenemos limpios los caminos y nuestras parcelas para que, en caso de incendio, no haya maleza que propague las llamas», comenta.

Tristemente, Lancelot perdió a unos 60 gatos durante el suceso. Sin embargo, gracias a la solidaridad de los vecinos, amigos y seguidores en el resto del mundo de la cuenta de Facebook de «Les Aristochats» (como se llama el refugio) han podido reconstruir el lugar para volver a albergar a más gatos.