Nos habíamos olvidado de África. El mal tiempo en el Estrecho había alejado la imagen de las pateras y los naufragios. Pero con el verano las cosas han cambiado. El hambre y la desesperación siguen empujando a miles de seres humanos a buscar una oportunidad en Europa. Con esa esperanza en la mirada se hicieron a la mar, hace diez días, un grupo de cincuenta africanos. Zarparon desde Alhucemas y naufragaron frente a las costas de Almería. 15 perecieron durante la travesía. Nueve eran niños.

"Es una tragedia insoportable" ha dicho el presidente del Gobierno al tener noticia del drama. Ha dicho más: "Europa no puede ser una fortaleza ni una casa cerrada y con candado. Hay que llamar a la puerta o ser llamado". Tiene razón, pero parece haber olvidado que la Europa rica -minada hoy por la crisis económica- hace un mes aprobó en Bruselas una "Directiva Europea sobre Inmigración" concebida como instrumento defensivo frente al fenómeno de las migraciones incontroladas: quien entre de manera ilegal en cualquier país de la Unión puede ser detenido hasta 18 meses en espera de expulsión. Ni los niños se libran.

Escuchando al ciudadano Zapatero hablando sobre lo ocurrido en aguas de Almería a uno le venía a la memoria el recuerdo de aquella votación de Bruselas en la que salvo los diputados socialistas Josep Borrell y Raimon Obiols, los demás, votaron a favor de la mencionada directiva impulsada por Sarkozy y Berlusconi. Ahora dice Zapatero que, o ayudamos a África o "nuestro futuro de progreso y bienestar se puede poner en cuestión". ¿Mala memoria o mala conciencia?