No había hecho más que llegar el jeque para –según proclama– salvar al achacoso C. D. Málaga, cuando unos cacos entraron en su casa de Marbella y le birlaron ocho móviles de ultimísima tecnología, seis ordenadores portátiles, un reloj de oro y diamantes y algunos otros exquisitos complementos. Eso, habrá pensado él, no es lo que se dice empezar el proyecto con buen pie ni ser recibido muy cordialmente que digamos. A los ladrones, que por lo sabido entraron sin forzar nada, no habrá que buscarlos, digo yo, entre los malaguistas, esperanzados en que este millonario de Qatar nos limpie las miserias arrastradas de años de sequía. abulia y despreocupación y nos catapulte a nueva era de éxitos, que es lo que se merece la capital y su equipo representativo, tan maltratado desde hace décadas. Este tipo de robos es más de paraísos turísticos a los que acuden en busca de botin los más sofisticados delincuentes. Pero el disgusto se lo habrá llevado. El hombre fue a Marbella porque, siendo inversor puro y duro, las oportunidades las vio allí y no aquí. Aquí vio el brillo del fútbol, catapulta de tantos egos y negocios. Pero, al menos, aquí no le robaron.

Abdullah Bin Nasser Al-Thani, nombre muy familiar ya para nuestros cronistas deportivos, tiene 43 años, la cara muy ancha, viste con túnica, turbantes o gorras caídas y también con trajes europeos, gana dinero a espuertas –o a barriles–, parece simpático, y ya que pasaba por aquí para eso del fútbol pensó, como piensan todos los ricos, que iría a por atún y a ver al duque; bueno, al duque, no; a la alcaldesa. Y la vio. Y creo que en Marbella hará inversiones rentables. Y después de atender a la autoridad marbellí –lo primero es lo primero– se entrevistará con quienes mandan en la capital y en la provincia, que el dinero es bien recibido en cualquier parte y en cualquier circunstancia. Ustedes ya saben la diferencia abismal que existe por estos pagos entre quienes son considerados árabes y quienes son vistos como moros. Si su vecino de barrio es un inmigrante musulmán, no hay dudas: es un moro. Habrá prevenciones contra él, no se le saludará muy efusivamente, y tendrá que esforzarse el doble para demostrar que es buena persona. Pero si el musulmán tiene un palacio en Marbella y gana mil millones cada día con sus pozos de petróleo, y trae hasta aquí un séquito de cien aduladores, que gastan dinero a espuertas, entonces la cosa está más clara: se trata de un árabe; un árabe al que saludaremos casi reverencialmente, al que mostraremos nuestra mejor sonrisa. Qué coño nos importa si se muestra o no preocupado por la falta de libertades en su país, por el machismo de sus súbditos, por las vejaciones a sus mujeres. Ya nos ocupamos nosotros de poner a parir al iraní Mahmud Ahmadineyad y a otros dictadorzuelos que esos no nos dan ni agua…

Pero vayamos al fútbol, único ámbito de vivencias en el que encontramos sentimientos auténticos y no malos rollos económicos. Lo que quiere la afición es que el Málaga no pase más apuros y vuelva a la senda de los equipos grandes, donde ya militó en un tiempo lejano cuando Viberti. El jeque promete escalar, en unos años, las competiciones europeas y fomentar la cantera. No sé, no sé. Yo preferiría, para empezar, unos buenos fichajes, un buen equipo y dejaría para luego ganar la Champions. Porque si con presidentes como Rafael Serrano Carvajal –excluyamos a Rodríguez López, protagonista de un extraño doble crimen, del que todavía no parece haber una versión comprobable– se puso al Málaga en lo alto de la tabla de Primera casi sin un duro, no debería ser tan difícil repetir la hazaña con el respaldo de millones de petrodólares y con una afición que llena a rebosar ´La Rosaleda´… cuando el equipo va bien. Recuperemos las cosas buenas que disfrutamos por entonces.

Y una impertinente pregunta final a los defensores del supermercado como icono (cutre) del Puerto: ¿por qué no convencen al jeque para que compre a Carrefour los derechos y sea él quien haga el supermercado de lujo, como los que hay en Dubai, en los emiratos, en esos rascacielos de la fanfarronería y la ostentación? Nuestros capitostes lo podrían justificar acudiendo a los vestigios de la cultura y de la historia árabe que todavía laten en Málaga. Y Al-Tani tendría un negociete que le ataría a Málaga. Que el hombre, después del robo, ya sabe lo que vale aquí un peine. Y el Málaga no estaría a expensas de una inesperada hégira del magnate. Y nosotros seríamos un poco Qatar. Inshallah.