Se ponga como se ponga la economía, necesitamos agosto. Necesitamos reír un poco por lo pasado y por lo que toca por pasar. Nos vendrá bien que en deporte lo estemos ganando todo, pero que todo, que siempre es motivo de alegría aunque no faltará el «desaborio» que ni siquiera eso quiera celebrarlo. Y no. Que las dichas, aunque sean efímeras no es cuestión de amargarlas, más aún en tiempos oscuros. La risa es el mejor recargapilas conocido y tener las baterías lo más cargadas posibles para el otoño nos va a hacer mucha falta.

Tanta que casi ni quiere uno pensar en ello. Porque ahora ya sabemos que ni lo peor ha pasado ni tenemos idea cierta de cuando veremos lucecita al final del túnel. Aunque nuestro deslumbrado presidente crea que ya está a la vuelta de la esquina un futuro resplandeciente. A lo mejor lo que se nos ocurre es que si el lo ve así lo previsible es que se oscurezca todavía un poquito más. Pero, eso sí, que mejor dejarlo para septiembre, que hace falta un reposo, el que sea y donde sea, para coger alguna fuerza. Porque el país y todos y cada uno de nosotros hemos llegado hasta aquí con la lengua fuera. Este es un curso para olvidar, excepto que en cuestión de balones, pelotas o ruedas somos los amos del mundo. Aunque, la verdad, no me importaría que perdiéramos en algo y esa cosa llamada PIB y esa otra llamada paro subieran y bajaran con velocidad. Vamos, que hay algunos podios donde también somos los primeros, que también frecuentamos y que mejor sería no pisar.

Este agosto dicen los políticos que van a trabajar. Muy bien. Que lo hagan y que el Apóstol, como pedía el Rey, el sol o la luna o, mejor, el sentido común, les iluminen. Aunque en eso no debemos de tener un exceso de esperanza. En lo que estarán pensando es en las elecciones, como siempre, y en cómo desgastar al contrario, su obsesión eterna. No creo que comprendan que sus batallas, que proseguirán incluso en medio de toda la calorina, dejaran a sus «declaradores» de guardia, nos tienen más que hartos y que cada vez nos importan menos.

Necesitamos, este 2010 de nuestros pesares, el mes de agosto más que nunca. Porque el añito está siendo no sé si para olvidar, pero desde luego para dejar atrás cuanto antes.