La experiencia adquirida establece tamices y condiciona las nuevas experiencias y conocimientos por adquirir. De tal forma que las afinidades desarrolladas, o no, al experimentar distintas realidades de la vida, fijan los cánones o modelos de calidad, que nos configuran intelectualmente. Y así, las valoraciones que a diario realizamos sobre gastronomía, política, moda, arte o arquitectura, las hacemos gracias a estas reglas de medir personalizadas, que se perfeccionan, se estancan o se oxidan según la cantidad y calidad de los nuevos conocimientos.

Es una verdad universal muy popular que las croquetas de la abuela de cada quien son las mejores del mundo. Y lo son, aunque de manera particular para el paladar de cada cual, educado en los sabores de sus respectivas cocinas familiares. Paladares acostumbrados a sabores, y sabores que se convierten en referentes de calidad gastronómica. El gusto por los aromas y sabores de las distintas cocinas es pues una salazón cultural que, por cuenta propia o ajena, condimenta y condiciona nuestras afinidades. Del mismo modo, el gusto por las distintas arquitectura depende de la cantidad y calidad de edificios que formen parte del inventario arquitectónico de cada cual. En este sentido Málaga tiene debilidad por los sabores decimonónicos en una lógica muestra de orgullo por el periodo más sobresaliente de nuestra ciudad y en una evidente carencia de ejemplos abundantes de otros periodos históricos recientes, que hayan ampliado el imaginario arquitectónico en general.

El Museo Thyssen incorpora al tejido histórico de Málaga sabores, que si bien en el mundo de la arquitectura, no son realmente nuevos, localmente y salvo escasas y heroicas excepciones si que lo son.

Preocupa la diferencia de escalas entre los inmuebles rehabilitados para uso administrativo y el contexto urbano de la Plaza de San Ignacio, cuando las distintas escalas son algo consustancial a la arquitectura. Los siglos XVI y XVIII mostrarían el ejemplo más sobresaliente de lo anterior, al levantar la Catedral de Málaga sobre un pequeño barrio de casas. Los contrastes no son hoy tan monumentales, pero acostumbrados a repetir el menú de lo cotidiano, es natural que cueste cambiar de plato, para acercarse a la vanguardia sin cánones históricos preconcebidos. Cuestión de tiempo.