Nuestros mayores nos enseñaban a reconocer nuestros errores. Y lo hacíamos. A regañadientes, pero lo hacíamos. Hoy todo es distinto: más igualdad, más democracia, más cultura, pero no acabamos de asumir nuestras faltas. ¿Quién tiene la culpa de que a Susana se le denegara el servicio de teleasistencia móvil? Seguro que llevará varios días sin poder dormir. Yo, si fuera él o ella, dimitiría sin pensarlo. Algo falla, señores. Algo hay que revisar para que esta tragedia no vuelva a ocurrir.

Hay demasiados individuos que se creen los reyes de la casa. Que en lugar de casarse con una persona querida para formar una familia están convencidos de que compraron una muñeca hinchable a la que maltratan cuando algo les sale mal.

¿Qué lleva a una persona a comportarse de esta manera? Complejos de inferioridad, sexualidad mal definida y, algunas veces, imitación de lo que vieron en su casa. Eso dicen los psicólogos, al menos. Todo esto, si lo envolvemos en la actitud pasiva de los que deben vigilar por la seguridad de las amenazadas­ –tal vez por falta de medios– nos lleva a un elevado número de muertes de mujeres jóvenes que pudieron haber rehecho su vida, después de una unión desgraciada. Pero no, «si no eres para mí, no eres para nadie»...y suma y sigue.

El tiempo, ese desgraciado que nos tiene hechos polvo los huesos, parece no querer arreglarse. Esperemos que llueva todo lo que quiera antes de la Semana Santa, porque si esos días caen chuzos de punta, se deslucen muchos actos –a los que jamás voy– pero soy muy solidaria. Y, además, no podría estrenar ese trajecito de chaqueta que me compré en el Centro y que me queda de dulce. Ya veremos.