El día en que Merkel y Sarkozy trataban de salvar al euro sin que les cueste votos, el jefe del Gobierno valenciano dimitía para ser juzgado por soborno, y la deuda pública española se mareaba en la montaña rusa de la prima de riesgo, ese mismo día el presidente del Congreso de los Diputados reñía al ministro de Industria porque no llevaba corbata en el hemiciclo. Y ello se convertía en una de las noticias de la jornada, y en el tema de los corrillos parlamentarios. Con la que está cayendo, y se entretienen en estas cosas, pensarían muchos ciudadanos.

Argumentó José Bono que los diputados deben llevar corbata por solidaridad uniformada con los ujieres, que la visten por obligación. Es como pedir a los viandantes que lleven gorra de plato por respeto a las patrullas de policía. Pero el presidente Bono es hombre amante de la disciplina y de las uniformidades, y su concepción del decoro se liga a lo decorativo. Aunque no menos dogmático es Miguel Sebastián, que se quita la corbata exactamente entre el 1 de julio y el 30 de septiembre por razones energéticas. Sin corbata, argumenta, se puede ahorrar en climatización.

El precedente es japonés. Allá, en 2005, el gobierno inició una campaña para aligerar la ropa formal de verano a la vez que se aliviaban los termostatos un par de grados. Es bastante absurdo, se dijo, vestir prendas calurosas a la vez que se pone a tope el aire acondicionado. Cada grado más de frío artificial supone gastar un 7% más de energía. El Gobierno español ha lanzado campañas para divulgar el ahorro térmico veraniego, y hemos visto a Del Bosque y sus campeones protagonizando anuncios televisivos con voluntad pedagógica. Pero ello no ha evitado que en bastantes dependencias administrativas sea recomendable la ropa interior afelpada.

Lo que no ahorra nada, pero nada, de la factura eléctrica del Congreso, es que unos cuantos diputados lleven corbata y los otros, no. No es la corbata la que reduce el gasto, sino la reducción del gasto en refrigeración la que puede acabar con las corbatas. O con algunas de ellas: siempre habrá quien prefiera sufrir a descomponer la estampa. Es su decisión. La buena noticia sería que el Congreso acordara un drástico recorte energético, y que cada uno lo afronte como prefiera. Y la mala noticia es que se despilfarren kilovatios en tiempos de crisis porque al presidente le gustan las uniformidades.