Estadísticamente, hay miles de votantes del PP que han abortado o que han contribuido a que una mujer próxima se sometiera a esta intervención. No sería de extrañar que alguno de ellos se encontrara en el círculo de legisladores que van a defender la repenalización de la interrupción del embarazo, a la que recurrieron en un momento de necesidad. Esta operación y cualquier otra pertenecen al ámbito de la intimidad, pero la transparencia que predica el Gobierno les obligaría a un acto de arrepentimiento, ya que no de expiación por gentileza de la izquierda pecadora.

Estadísticamente, también es posible que el colectivo notarial no sea el más sacudido por la crisis, aunque esta apresurada conclusión podría desmentirse sin más que desvelar sus ingresos, al igual que sucede con la mayoría de asalariados. Todo el mundo conoce casos dramáticos de notarios al borde de la indigencia. Para impedir que estas excepciones devengan norma, el ministro Gallardón ha decidido que puedan oficiar bodas y divorcios laicos. Estadísticamente, entre los notarios hay un colectivo de católicos ejercientes, que seguramente objetarán a la disolución a buen precio del sagrado vínculo matrimonial. Estadísticamente, los jueces perciben remuneraciones relativamente modestas, por comparación con los emolumentos relativamente superlativos de los fedatarios públicos. Sin embargo, los segundos casarán y divorciarán. La diferencia será abonada por las clases medias, no suficientemente exprimidas al parecer.

El PP ha obtenido la mayoría absoluta gracias a la primera generación egresada de Educación para la Ciudadanía. Estadísticamente, miles de votantes del partido conservador han atravesado la oprobiosa experiencia de adoctrinar o ser adoctrinados en esa disciplina infecta. Pese a ello, han votado a Rajoy sin experimentar brotes apreciables de rechazo. Los populares pueden alegar que, estadísticamente, la influencia insidiosa de esta asignatura les ha privado de los sufragios de muchas personas contaminadas de castrismo al entrar en contacto con ella. Por lo visto, el PP aspira a obtener 250 diputados. Aquí no preocupa tanto que le cambien el nombre como que la tomen en serio. Tal vez se exagera la ponderación de los temarios. Rafael Nadal surge de unos programas escolares que no incluyen al tenis entre las asignaturas obligatorias.

Estadísticamente, los usuarios de cualquier fármaco corren el riesgo de padecer efectos secundarios, como no ignora ningún ser humano que se haya aplicado a la lectura de un prospecto. Esta actividad se halla incluso al alcance de una ministra de Sanidad que no distinga una ameba de un batracio. Pese a ello, la actual titular ha detectado extrañas anomalías en la píldora del día siguiente, y en ningún otro medicamento del vademécum dispensado en las oficinas de farmacia. Por alguno había que empezar.

Salvedad hecha de las traiciones de la memoria, en los mítines electorales del PP no se multiplicaban los gritos de personas agobiadas por una asignatura escolar, sino por la asfixia económica. Las parejas abanderadas no maldecían el trauma irreparable que les había causado la boda ante un juez, sino el paro de ambos miembros no notarios. Tampoco había cánticos mayoritarios a favor de los cardenales, si bien el purpurado Cañizares afirmaba que «los centros religiosos que impartan la nueva asignatura colaboran con el mal». Rajoy ha empezado por el dogma. Olvida el voto masivo al PP de personas que desean ser de derechas sin pasar por el Vaticano.

Estadísticamente, millones de votantes del PP no cursarán nunca Educación para la Ciudadanía. Tampoco les afecta en lo personal la píldora del día después ni tienen previsto casarse –porque ya lo hayan hecho o porque militan en la racionalidad–. Sin embargo, ni uno solo de ellos queda al margen de la asfixia económica que Rajoy esgrimió como asunto único de su candidatura, y que ahora no sabe cómo abordar sin incumplir sus campanudas promesas. Sin embargo, incluso las personas ajenas a problemas tan esenciales como el cambio de nombre de una asignatura empiezan a sentirse atosigadas por el PP. Su cargante voluntad ordenancista casa mal con las raíces liberales que predica.

El ministro de Educación cabalga contra el adoctrinamiento. A continuación, su Gobierno adoctrina a la población desde todos los púlpitos imaginables, mientras Rajoy se convierte en el presidente del Gobierno con mayor número de desempleados de la historia. No es el causante del paro, pero sí el responsable. Mientras hurta lo fundamental, se embarca en el dilettantismo fundamentalista. Estadísticamente, claro.