Preparo una agenda de citas particulares para tomarle la temperatura al 29-M. Las emisoras retratan Madrid con ritmo diferente según el dial, lo que tampoco es extraordinario. De modo que, nada más entrar en el coche, pongo a Aute que es una forma de flotar sobre el ambiente: «Velázquez pintó el aire, Goya su ausencia/ Velázquez reveló la fotografía, Goya veló su negativo/ Velázquez reflejó los espejos, Goya reflexionó sus espejismos/ uno fue la música callada, otro el grito sordo...». Sensaciones personales al margen, España, como el resto, no es más que un Tríptico de luces y sombras. Antes del chute luiseduardotiano, el médico confirma la cita en el ambulatorio y el muy especialista aprovecha para sonsacarme. No obstante, la inasistencia es superior en pacientes que en sanitarios.

Si algo se nota en el centro de la ciudad es parsimonia. La mayoría de los comercios andan abiertos pero número, desde luego, tampoco han de dar. En el mercado reina la normalidad, salvo en el pescado quizá, pero es que la clientela ha hecho provisión. Los veteranos hablan de seguimiento inapreciable y denuncian que, en un trance tan jodido, los líderes sindicales sólo piensan en ellos.

La peluquera ha enviado un mensaje en la víspera advirtiendo que, como la huelga corta el curso de formación por culpa no de los profes sino de los estudiantes, estará currando en su negocio a disposición del cliente. Para algo que puedo arreglarme -y nada tiene que ver esto con la convocatoria-, no lo dejo pasar. Encuentro taxi sin problemas y empalmo con el universo Aute que había quedado por rematar: «¿Y Picasso? Don Pablo dio a luz el final de la pintura con su ojo inmortal». De Guindos, de exsúper para Europa de Lehman Brothers y patrocinador de las cuotas participativas a ministro de Economía, calcula que la reforma laboral aplicada antes habría ahorrado un millón de desempleos y asegura que «el año que viene España crecerá». Es lo malo de los genios, Luis Eduardo. Que dependes de los contemporáneos.