Ahora más que nunca, el papel de las entidades sociales debería adquirir el mayor de los protagonismos. Se ha hecho evidente para quienes trabajamos a diario en Cruz Roja, que las personas que hace apenas unos meses se hallaban en una situación normalizada se sitúan ahora, con la intensidad de la crisis y con la merma de las ayudas de la administración, en la frontera de la exclusión social.

En Málaga, los perfiles de usuarios o usuarias de Cruz Roja se han ampliado: Los colectivos que el año pasado o hace dos años solicitaban nuestra colaboración siguen requiriéndola ahora pero a ellos se le suma un nuevo perfil, lo que entendíamos como clase media. Se agrava la situación de las personas a las que atendíamos y aumenta el número de personas a las que es necesario ayudar. En Málaga, Cruz Roja asistió el año pasado, dentro del proyecto de «Lucha contra la pobreza y la exclusión social», a cerca de 12.200 personas. Pero para este año, desde esta institución se estima la necesidad de atender a 300.000 personas más en toda España. Es nuestro «Llamamiento ante la crisis».

Familias con todos sus miembros en paro, niños y niñas en el umbral de la pobreza, personas mayores que asumen ahora responsabilidades y cargas familiares (es el efecto de la denominada «pobreza invisible»), personas en desempleo de larga duración, jóvenes que nunca han trabajado, personas sin hogar, familias que sufren la «pobreza energética» y no pueden asumir la factura de la luz: todas ellas responden en la actualidad a perfiles de extrema vulnerabilidad. Ahora más que nunca es esencial que todos los actores sociales unan esfuerzos complementando las actuaciones, llegando a aquellos lugares donde hasta ahora no se necesitaba nuestra intervención o a personas que se ven inmersas, súbitamente, en la espiral de la crisis. Como en el caso de quien pierde ese preciado puesto de trabajo que servía para alimentar a sus hijas o de quien tiene que volver, junto a toda su familia, al país del que emigró en busca de unas oportunidades que ahora se han difuminado en un horizonte incierto.

El voluntariado siempre fue el motor del cambio, debemos seguir apoyándonos en él para afrontar la fragilidad social, para reforzar nuestros lazos con la ciudadanía que ahora pide la colaboración de todos y de todas.

Sólo así será posible el contacto con aquellas personas ahogadas por las hipotecas, lastradas por la falta de redes familiares, abandonadas a la mala suerte del desempleo, enclaustradas en pisos en quiebra.

Nuestra responsabilidad es dar respuesta a estas situaciones de emergencia social y trabajar, ahora más que nunca, por la dignidad de las personas.