Llega diciembre y el espíritu de este período -parafraseando a nuestro egregio poeta José García Pérez- nos tiene y debe de llenar la oquedad donde nos hallamos con el compromiso de colmar nuestra labor con buenos propósitos que se traduzcan en determinación plena para todos los ciudadanos que anhelan una casa, una calle, una plaza: una ciudad en la que poder amar; un hábitat donde no sentirnos tristes por desamparados, en contraste a la penumbra de una existencia poco alumbrada en estas circunstancias de desespero. Que este son decembrino se convierta en empeño para determinar la felicidad, ésa que proyecta una luz única de nuestro reflejo en la ribera de la certidumbre y perdurar con la tradición marenga de seguir tirando de la tralla, cultivando la identidad de todo un pueblo malagueño que siempre mira hacia el levante para poder sosegarse con la luz de poniente. Cuando se nos enciende una Málaga aciaga y sin luces interiores con poca intención de iluminar esos huecos donde sostenernos para subsistir, la Navidad se nos acerca como una jábega a la deriva donde los remos -cansados- atisban un puerto oscuro en que: el Consistorio y los sindicatos no encuentran orilla común para llegar a acuerdos en tiempos de paz; mientras, la Universidad se ve en tela de juicio por comentarios y acciones partidistas que juzgan la labor de docentes y estudiantes durante sus 40 años de esfuerzos y prestigio; en el momento que los profesionales del Hospital Regional Universitario convocan una huelga indefinida para reivindicar el uso de derechos asistenciales que son superiores a los intereses de una minoría€ es cuando más nos sumergimos en las sombras. Es curioso o causal hoy, día 5, vísperas de un puente -que en esta época más parece un pontón de recuerdos retraídos- recuerde a Kandinsky, padre del arte de la abstracción. El pesimismo puede sojuzgarnos, la intención de vivir: No. Prosperidad.