El de los libros sobre cómo escribir bien, los mil ejemplos de mala expresión o el verdadero significado de las palabras o las frases hechas, es ya un género, con virtuosos cultivadores y un público, si no abundante, sí suficiente. No es género menor, pues no hay géneros mayores y menores sino practicantes. En general yo temo a esta gente, porque te corrigen siempre y con buenas razones, por lo cual la amistad que profeso a algún ejemplar tiene más merito. En mi opinión lo que requieren esos libros para ser notables y destacar en esa secta con algo de sacerdotal son dos cosas: que estén muy bien escritos (más allá, claro, de la corrección gramatical) y que diviertan, o sea, estén tocados por la gracia. Reúne esos dones la entrega «La lengua y la vida», del querido profesor Francisco García Pérez, e incluso añade, como extratipo, un tratado implícito de filosofía de la vida, nada menos.