Se nos va este maldito 2012. Un año de sacrificios, de recortes, de medias sonrisas, de ajustes, de titulares negativos, de dramas personales. Se nos va sin que a nadie le importe su marcha, ni lo añore. ¡Váyase a la mierda, a la mierdad!, que decía Fernando Fernán Gómez. Se quedó corto. Una frase que también sale del alma a los más de cinco millones de parados. Se nos acaba el año que cuestionó las patas del estado del bienestar; el año en el que los pobres son más pobres y los ricos más ricos; el año que esquilmó a la clase media que tradicionalmente había sustentado el consumo y la economía del país; el año en el que cualquier excusa es buena para largarte del trabajo bajo los criterios de una reforma laboral injusta inspirada bajo las recomendaciones de ese presunto ladrón llamado Díaz Ferrán, que insultó a los españoles diciendo que de la crisis sólo se salía trabajando más y ganando menos. Un energúmeno que desconocía que su receta ya estaba siendo aplicada mientras él se forraba de oro, incienso y mirra. Se nos va este maldito 2012 en el que el ministro Wert cambió la educación por decreto a su imagen y semejanza, como si una ley pudiera cambiar los males endémicos del sistema educativo español. Se nos va 2012 entre privatizaciones, copagos, subidas de impuestos, desahucios, rescates bancarios, tijeretazos y con media España maldiciendo a esa prima tan conocida que nos coloca en el abismo. Se nos va el año con un Gobierno que ha entregado su alma al objetivo del déficit del 6,3% del PIB comprometido con Bruselas y con la cantinela de que todo se debe a la herencia recibida. Se va este maldito 2012 en el que los precios eléctricos han subido el 13% de media; en el que los trabajadores (todos temporales) han perdido fuerza en la negociación colectiva; en el que el peso relativo de la remuneración salarial en PIB a precios de mercado ha caído del 49,9% en el tercer trimestre de 2011 al 45,3% en el mismo trimestre de 2012, en tanto se mantiene el excedente bruto empresarial. Se va un año en el que los españoles destinan tres meses de su sueldo a pagar a papá Estado. Se va un año en el que la palabra dada o escrita no sirve para nada; en el que nadie ha podido cumplir lo que prometió; un año en el que ni la profecía de los Mayas se ha cumplido. Maldito 2012, qué pocas alegrías nos has dado.

Se acaba el año y los deseos para el próximo son poco entusiastas. A la vuelta del almanaque ya asoma 2013, un año que tiene pinta de ser aún más canalla, más traicionero. Estos años de crisis permanente nos han convertido a todos en seres escépticos y en practicantes de un cierto estoicismo. Optamos por situarnos en el peor de los escenarios y así la decepción será menor que la del optimista patológico que, dado su talante confiado, suele darse de bruces ante la crudeza de esta jodida crisis. Ahora no hay sitio para ese optimismo y la resignación invade los hogares de los españoles alimentados con los discursos de esos agoreros de toda la vida que han visto en esta larga crisis un campo sin vallas donde desarrollar todas sus habilidades para lanzar mensajes casi apocalípticos. Mariano Rajoy se sumó el viernes a esta corriente reconfortando el alma de los españoles augurando que 2013 será un año muy duro. El presidente descendió de su pedestal y apagó su puro y tuvo a bien dedicarnos unos quince minutos de su apretada agenda para decirnos que no hemos tocado fondo en esta caída libre. Que los brotes verdes aún permanecen en el infierno de la austeridad mal entendida. Monarcas y republicanos hagan caso al Rey y encuentren la tecla que haga posible combinar la austeridad que nos merecemos por las fiestas pasadas con la expansión, con el crecimiento. Necesitamos crecer y luego reducir el déficit: se está haciendo lo contrario. Ya hemos pagado el castigo por nuestros pecados pasados.

Ante este panorama no nos queda otra que intentar ser optimistas y dejar de lado el estocismo que invade a la sociedad, pues de nada sirve vivir angustiados si la solución no está en nuestras manos. Que se vaya ya este año maldito y que el próximo, que acaba en trece y empieza un martes, nos devuelva un poco de la dignidad que hemos perdido en esta larga travesía. Feliz 2013.