El tal vez más serio de los semanarios alemanes, Die Zeit, del que el excanciller socialdemócrata Helmut Schmidt es uno de los co-editores, ha intentado poner un poco de racionalidad y sentido común en el debate populista alemán sobre las despilfarradoras cigarras del Sur.

Es de agradecer cuando no sólo la prensa sensacionalista sino cada vez más la seria se dedica a atizar, como ha ocurrido últimamente con Der Spiegel, la animadversión de los germanos hacia esos mediterráneos que, siendo supuestamente más ricos que ellos -el BCE dixit-, reclaman su ayuda para salir de un túnel donde no vislumbran luz alguna.

Die Zeit ha puesto efectivamente los puntos sobre las íes al explicarles a sus lectores -por si necesitaban esa explicación- que Alemania no es en realidad tan pobre como la pinta el Banco Central Europeo sino que tiene sobre todo un problema de reparto tremendamente desigual de la riqueza.

Problema que comparte con sus socios comunitarios porque -desengañémonos- los políticos, sean del signo que sean, han claudicado ante el poder de las finanzas, de los ricos y de unas multinacionales que se dedican en todas partes a evadir impuestos.

La desigualdad social y económica no es un fenómeno de la naturaleza, sino consecuencia de decisiones políticas concretas y esas decisiones han estado por desgracia muchas veces por los votos de los ciudadanos.

Pero el semanario tiene el mérito de señalar cosas que se les oculta muchas veces a los alemanes y que sabemos, sin embargo, los mediterráneos y es que ese país ha sido hasta ahora con todo el máximo beneficiario de la crisis.

Frente a quienes argumentan demagógicamente que se exige a los ciudadanos del Norte sacrificarse por otros europeos que no han sabido ajustarse a sus presupuestos como ellos, Die Zeit explica que, junto a la historia que se cuenta normalmente de que Alemania ha asumido con la crisis muchos riesgos por culpa del endeudamiento ajeno, lo cierto es que también se le han ofrecido enormes ventajas.

Por ejemplo, antes de la crisis, un ciudadano tenía que pagar por un crédito bancario a diez años un interés superior a un 5 por ciento anual mientras que hoy puede conseguirlo pagando sólo un 2,4 por ciento.

Y si bien los bajos intereses que los bancos abonan a los ahorradores son un problema para muchos jubilados, como contrapartida benefician a los que se proponen por ejemplo montar un negocio o adquirir una vivienda.

Mientras en España el sector inmobiliario no parece tocar fondo, en Alemania registra un impulso sin precedentes: así, sólo en enero se autorizó la construcción de nuevas viviendas por valor de 3.400 millones de euros, un 27 por ciento más que en el mismo mes del año anterior.

Al mismo tiempo, los bancos pueden refinanciarse a condiciones más favorables que nunca porque el Banco Central Europeo ha rebajado sus tipos y llegan a Alemania dineros de inversores de todo el mundo.

En su nuevo informe a Bruselas, Alemania presume de que volverá a tener superávits presupuestarios gracias a la favorable coyuntura y a la recaudación fiscal, pero también porque el Estado puede financiarse a un 1,5 por ciento por los créditos a diez años cuando antes de que estallase la crisis tenía que pagar un 4 por ciento.

Alemania se beneficia además de una cotización del euro que le es muy favorable para sus exportaciones a terceros países. Y si los del Sur abandonasen al menos parcialmente la moneda única, como propone el nuevo partido «Alternativa para Alemania», perdería ésta su actual posición de ventaja porque el marco se revalorizaría entonces enormemente, con lo que la primera en sufrir sería su poderosa industria.