Los ciudadanos tenemos el derecho y el deber de exigir. No debemos ser profesionales de la resignación, del sacrificio y de la paciencia. No tenemos por qué aguantarlo todo. Tampoco tenemos por qué creerlo todo. No es obligatorio pensar que las cosas son como son y que no pueden ser de otra forma. Es probable que quienes están en el poder nos digan que no hay otra manera de actuar. No es así. Las cosas siempre pueden ser de otra manera.

Nos piden más sacrificios, más paciencia, más aguante, más resignación. Nos aseguran que vamos por el buen camino aunque cada vez hay más personas en las cunetas. Quieren que nos quedemos calladitos y quietecitos. ¿Cómo que paciencia? ¿Hasta qué límite? Al poder le molestan las iniciativas ciudadanas que levantan la voz, que llaman la atención. Especialmente las que llegan hasta sus casas. Invocan los derechos de sus hijos. Pero se les olvidan los derechos que tienen otros niños y que, por serlo, no deberían ser menores que los de los suyos. ¡Ah, eso es otra cosa! La señora De Cospedal, vicepresidenta del PP, dice que esas son actitudes nazis. Que esa gente que protesta se presente a las elecciones. Y que protestando no se consigue nada. Y lo dice ella, que debería ser sensible a ese clamor, a ese malestar, a esa indignación.

En primer lugar, los ciudadanos tenemos que pensar, analizar, comprender la realidad. Tenemos que descubrir los hilos ocultos, los intereses que mueven esos hilos, las personas que los manejan de manera oculta o patente.

Tenemos que descubrir las trampas de quienes dicen que las cosas son como son por voluntad de los dioses, por la fuerza del destino, por la casualidad del azar, por mandato de los mercados o por la herencia recibida. Las cosas son como son porque hay alguien que quiere que las cosas sean así. Muchas veces por codicia e interés. Otras veces por pereza. Algunas por una torpeza irresponsable.

Exigir es un verbo que la ciudadanía tiene que conjugar por activa y por pasiva. Para exigir con éxito (o sin él) hacen falta seis cosas:

Razonamiento: es preciso sabe, como decía, qué es lo que sucede, qué está pasando y por qué. Tener capacidad de análisis es fundamental. Ya sé que criticar no es demoler sino discernir. Y para discernir hay que tener información rigurosa, manejar explicaciones solventes y estar atentos a lo que pasa. A lo que le pasa a todo el mundo, no solo a nosotros. Porque algunos protestan solo cuando les va mal a ellos.

Unidad: es difícil que uno solo pueda conseguir nada. La unidad es imprescindible en dos sentidos. Uno, el de la eficacia. El segundo es de naturaleza psicológica. Uno solo, al ver las escasas posibilidades de éxito, se desalienta más fácilmente. Es verdad que la unión hace la fuerza. No me gustan las personas que solo quieren estar a las maduras. Cuando llega la hora de exigir, se callan. Cuando llega el momento de ir a una manifestación, se esconden. Pero luego, si se consigue lo que se pretendía, se apuntan los primeros a recibir el beneficio.

Perseverancia: hay quien se cansa demasiado pronto. «Eso ya lo pedimos el año pasado y nos dijeron que no». Bueno, pero habrá que pedirlo de nuevo y de nuevo y de nuevo€ No es igual decir no después de una petición que después de veinte. La fuerza del no se debilita. Hay que insistir sin desfallecer, sin desanimarse.

Valentía: hace falta valentía para enfrentarse al poder. Hay quien tiene más miedo del razonable. En ocasiones el miedo está más que fundado. Muchas veces tendremos que practicar la valentía cívica, que es una virtud democrática que nos hace ir a causas que de antemano sabemos que están perdidas.

Creatividad: hay que poner una vaca púrpura en la protesta. Es decir, poner algo original, algo llamativo, algo que capte la atención. Hay formas un tanto desgastadas de protesta. Recuerdo aquella curiosa anécdota del alcalde de un pueblo que le pide al ministro de Educación que no se olvide de enviarles una maestra prostitula.

Señor alcalde, querrá decir sustituta€

Quiero decir lo que he dicho, señor ministro€

El alcalde, a quien reprochaban después su metedura de pata, explicó por qué había dicho lo que le dijo al ministro.

Si le pido que nos envíe una maestra sustituta, se olvida de la petición antes de abandonar el pueblo. De esa manera, verás cómo no se olvida€

Y, de hecho, así fue. A los pocos días llegó al pueblo una nueva maestra.

Esperanza: no se puede cargar siempre con el fardo del derrotismo, de la desesperanza, del fatalismo. Puede haber argumentos más que suficientes para perder la ilusión, pero una protesta tiene que estar asentada en la esperanza de que va a servir para algo. Muchas siembras tienen sementeras tardías. Los familiares de los obreros que se tiraron al suelo en la primera huelga de transportes y murieron aplastados por los camiones que pasaron por encima pensarían que aquel sacrificio había sido estéril. Pero muchos nos hemos beneficiado de aquella sangre derramada. Mucho tiempo después. Si nadie hubiera protestado por las condiciones laborales seguiría existiendo la esclavitud.

No debemos pensar que la acción política se reduce a depositar el voto cada equis tiempo en una urna. Entre una votación y otra hay deberes ciudadanos que cumplir. No se trata de un período de inactividad, sino de una actividad diferente.

En los momentos que estamos viviendo se hace más necesaria que nunca la práctica de la exigencia. Callarse, resignarse, desalentarse y darlo todo por perdido es suicidarse colectivamente.

Todos somos políticos, aunque no de forma profesional. No me huele bien la gente que dice: yo no entiendo de política, la política para los políticos, a mí no me gusta la política€ Lo que en realidad están haciendo es adoptar una postura política diferente: la del conformismo.

Los políticos profesionales deben saber que los ciudadanos y ciudadanas tenemos el derecho y el deber de juzgar su trabajo. Les hemos puesto ahí para que nos escuchen, no para que nos hagan callar. Les hemos puesto ahí para garantizar la libertad de expresión, no para cercenarla. ¿Cómo pueden decir que si los manifestantes quieren hacer política deben presentarse a las elecciones? No, yo no quiero presentarme a las elecciones, quiero participar de forma activa sin recortes sin restricciones, sin amenazas ni recomendaciones. Que soy mayorcito.

Saber encajar la crítica y hacer una rigurosa autocrítica son dos medios sine qua non para mejorar lo que se hace. Solo gusta la crítica cuando es halagüeña, pero no cuando es adversa. El poder suele distinguir entre crítica constructiva y destructiva. Y califica de destructiva a la que le es incómoda. No, la crítica destructiva es la que es poco rigurosa, la que es complaciente y aduladora.

No podemos permanecer en silencio si comprobamos cada día que quienes nos deberían salvar nos están empujando al precipicio.