Por las medidas que periódicamente se anuncian podríamos pensar que las grandes fortunas están siendo «acosadas». Hace algunos meses se anunció una gran ofensiva para ir cercando a los paraísos fiscales. Algunos ingenuos se frotaron las manos. Pero lo más probable es que sigan escapando a todo control. Ahora, el G-20 anuncia una nueva «guerra», esta vez directamente contra las multinacionales. Se dice abiertamente que existen miles de acuerdos para «evitar la doble imposición», porque, obviamente…¿qué cosa más injusta que una empresa tenga que pagar impuestos en un país y también en otro…? Se nos ocurre algo bastante más injusto: que solo pague unos impuestos ínfimos en un país inventado. Se admite que hay que ir con cuidado porque habría que desmontar los maravillosos diseños de «ingeniería financiera» que les permiten viajar de un sitio a otro como un submarino: asoman el periscopio, a ver cómo está la cosa de los impuestos, y si es necesario cambian de rumbo hasta encontrar un «puerto» apropiado.

Por una parte las multinacionales; por la otra el capital financiero; y por otra las mafias que proliferan en todos lados. Muchos sospechan que no se trata de una, otra y otra, sino de distintas contribuciones a una gran masa de capital que se acumula en cuentas secretas y en paraísos fiscales. Una inmensa acumulación de dinero, «negro» por su procedencia, que se hace aún más negro por su punto de destino absolutamente opaco. Los paraísos fiscales son la Isla de la Tortuga de los piratas modernos, que actúan, como aquellos, como si tuvieran un contrato con los grandes Estados que les otorga «patente de corso»: que nadie perturbe su silenciosa tarea de esconder la riqueza, que solo asoma al limbo de las estadísticas en el ranking de la revista Fortune.

Los suizos, que eran el gran refugio, son también «acosados» para que ofrezcan datos de los grandes «ahorradores» que tienen cuentas anónimas. Caemos con facilidad en las teorías conspirativas que imaginan un gran comando mundial que lo organiza y lo planifica todo. La realidad no es exactamente así. El poder y el capital acumulado no son un frente sin fisuras. Los Estados, como «empresas de seguridad» del gran capital, tienen sus propias necesidades presupuestarias. Sobre todo, Estados Unidos, que impone un bajo nivel de fiscalidad pero necesita financiarse con una parte de los impuestos evadidos. La presión norteamericana sobre la banca suiza ha provocado la caída de Wegelin, el banco helvético más antiguo, por colaborar con defraudadores. ¿Significa esto que hay una verdadera guerra contra el gran capital? En absoluto. En Suiza probablemente caerán los bancos pequeños pero los grandes hace tiempo que se están preparando para esto. Desvían a algunos clientes occidentales hacia naciones de la periferia sobreexplotada, donde nacen y crecen rápidamente fortunas gigantescas. Estas concentraciones de capital forman el nuevo elenco de clientes de los bancos suizos y hacia esas sedes tercermundistas se desvía también a capitalistas de la Metrópolis. Hay «guerra de guerrillas» -derraman sangre en forma de billetes- entre Suiza y lugares como las Bahamas o Singapur, que le están haciendo una seria competencia.

Un ejemplo concreto de lo poco que se puede lograr cuando se hurga en las grandes fortunas para extraerles al menos alguna cuota de sus beneficios es el de la Tasa Tobin. En Europa parecía haber acuerdo para aplicar esa pequeña exacción al capital financiero especulativo. La idea fue defendida ardientemente por Francia, pero, de repente, los franceses pretendieron modificar la propuesta y rebajar los pequeños porcentajes propuestos. Presionados por sus grandes empresas, «descubrieron» que la Tasa podía provocar una fuerte retracción en su economía.

Es curioso que en un mundo cuyos ciudadanos son espiados desde hace muchos años y cada vez con más eficaces medios tecnológicos, lo que escapa al espionaje son los escondrijos donde se acumula a todo ritmo el gran capital evasor. Bueno, sí que son espiados… pero por sus competidores.

En vez de asaltar barcos con lingotes de oro o valiosas especias… los piratas modernos montan sus grandes atracos desde los bancos que hay en cada barrio de cada ciudad… nos quitan hasta el último níquel y se lo llevan a unos bancos que ni siquiera necesitan estar muy acorazados porque el poder los protege. Desde sus paraísos fiscales convierten al resto del mundo en nuestro infierno.

Horacio Eichelbaum es periodista y escritor.