Los ingleses inventaron el fútbol para disfrutarlo, no para llenarlo de puentes, vacaciones, semanas santas, navidades, festividades gloriosas, dilatados veranos, fiestas de guardar... Así, mientras ellos programan sus calendarios para que el público, sin excepción, acuda a los partidos, especialmente los niños que aprovechan sus períodos vacacionales para que sus padres los lleven a los estadios, aquí, en España las competiciones se paralizan con cualquier motivo festivo, no digamos cuando llegan esos tremendos descansos veraniegos o navideños.

La Premier, una de las ligas más competitivas y de mejores equipos del mundo, resulta, menos mal, un sucedáneo de interés para quienes no aguantamos tanto tiempo sin nuestro fútbol. Estos años estamos teniendo la suerte de que numerosos jugadores españoles se han pasado al soccer británico y nos hace mucha gracia que nombres sonoros de nuestros grandes clubs sean ahora protagonistas de equipos ingleses que llegan incluso a confundirnos, cuando aportan su talento y su clase, con sus anteriores formaciones españolas.

Los patronos de nuestro fútbol andan un poco obsoletos en la organización de este deporte. Sólo parece preocuparles los Mundiales de Brasil, pero a su manera, es decir, de una forma bastante extraña. Cuando la FIFA cierra las competiciones en todo el mundo para que las naciones preparen sus actuaciones en el próximo campeonato del mundo, España se dedica a organizar partidos de ínfimo nivel, con el único objetivo tal vez de hacer caja. No tienen en cuenta al aficionado que preferiría rivales potentes para medir las fuerzas reales de nuestra selección.

A estas alturas, con permiso del bueno de Del Bosque -que también debe sufrir sus presiones por arriba„ aún no sabemos quién será el delantero centro de España; quién será el portero titular; quiénes el equipo de centrocampistas. O sea, que todavía ignoramos si el equipo que peleará en Brasil tendrá algo que ver con el que tan brillantemente ganó en el Soccer City de Johannesburgo aquella Copa del Mundo que jamás olvidaremos.

¿No sería bueno que, en lugar de tantas vacaciones, tantas paradas en la competición, que cortan el rollo a los clubs y al propio equipo nacional, y que terminan desesperándonos a los aficionados, se trabajara en una programación más optimizada, más acorde con el aprovechamiento de las plantillas? No estoy seguro de que la culpa sea sola y exclusivamente del presidente y de los directivos, aunque sí sé que no es de Del Bosque. Pero sea de quien sea, les pido desde aquí que no nos dejen tanto tiempo sin fútbol. Las Navidades son la época ideal para la celebración de los partidos oficiales. Son demasiados días con el tedio de tardes y noches vacías. Y aunque los periodistas deportivos de la tele se desgañitan buscándonos soluciones alternativas, lo cierto es que esperamos, con impaciencia, que, de nuevo, pasadas las numerosísimas fiestas, vuelva la pasión del balón redondo a meterse por los recovecos de los salones de nuestras casas.