Ayer, temprano, recibí un correo de mi amigo Pepe, en el que, entre otras cosas, me decía que no iba a Fitur. Al borde de la lágrima me puso saberlo. No pude remediarlo, me emocioné, uno es así de sensible. Saberme acompañado, además, por un tío inteligente, me llegó al alma. Es realmente duro sentirse solo en el sector, por eso, la compañía de Pepe en estos momentos de soledad, me ha llegado al alma.

Lo de Fitur es que es-muy-muy-fuerte-oye... Excepto algunas avanzadillas particulares, es hoy cuando se está produciendo esa especie de éxodo transitorio que mueve a las muchedumbres turísticas a Madrid. A la Meca, una vez en la vida. A Fitur, una vez cada año. Siempre ha habido clases... Desde siempre me vengo preguntando qué me pasaría si no iba a Fitur. No sé por qué, pero siempre he tenido la sensación de escuchar una voz del más allá turístico repitiendo el mantra «ay de aquel que, pretendiendo seguir siendo turístico, no asista a Fitur cada año». Obviamente, con mensajes así, ¿quién se atreve? ¿Se va a jugar alguien su condición turística -con los años de esfuerzo que cuesta adquirirla-, por no integrarse en la migración turística de cada enero?

La cosa fituriana es tan seria que hasta parece cobrar tintes religiosos, por el miedo que infunde la posibilidad de no cumplir con sus sagrados preceptos. Las religiones nos empujan al miedo de manera declarada y expresa. Fitur, no tanto, pero casi, casi... ¿Existirá el dios del turismo? ¡Mira que si existe...!

Si el dios del turismo existiera, se me antoja lógico que, como todos los dioses, tuviera sus ministros en la tierra. ¿Cómo serían los ministros de la iglesia turística? Así, a bote pronto, no puedo imaginar cómo podrían ser, porque la verdad, ni como sacerdotes, ni como imanes, ni como brahmanes, ni como pastores, ni como rabinos, ni..., puedo imaginarlos. No por cuestiones de origen divino, ¡qué va!, sino porque los representantes del dios del turismo, obligatoriamente, habrían de tener más cintura que estos que cito. La interpretación del turismo, la exégesis turística, es compleja. Las sagradas escrituras turísticas son tan cambiantes... En fin, a lo que iba, que sentirme acompañado por mi amigo Pepe me consuela, me reconforta y me da valor en estos momentos de incertidumbre. ¡Hombre, no es lo mismo esperar la furia de dios solo, que acompañado...!

Ya me imagino a Pepe y a mí, en la iglesia turística, prestos a confesar nuestro pecado:

-Pepe, acércate al penúltimo confesionario, que se ha quedado vacío

Y Pepe correr y arrodillarse en el penúltimo confesionario, y con gesto circunspecto, decir:

-Ave María Purísima

Y al ministro del dios del turismo contestarle:

-Sorry, this is the English confessional. Do you speak English?

Y a Pepe, prefiriendo confesarse en español, lógicamente, y aprovechando que el confesionario contiguo acababa de quedarse libre, dar un salto, arrodillarse y repetir:

-Ave María Purísima

Y al ministro del dios turístico de ese confesionario, mucho más expeditivo que el anterior, contestarle:

-Désolé, monsieur, ici seulement sont pardonnés les péchés en français.

Conociendo a Pepe, que no se arredra con facilidad, me lo imagino, sin moverse del confesionario, respirando hondo, concentrándose, y, de un tirón, descerrajando la frase:

-Ave María Purísima. Bless me, Father, for I have sinned. Bénissez-moi, mon Père, parce que j'ai péché: este año no he ido a Fitur. This year I didn´t go to Fitur. Cette année, je ne suis pas allé à Fitur€

Hasta ahí puedo imaginarme la cosa. Lo que sigue, es decir, la penitencia de la que tanto Pepe como yo seríamos destinatarios por no asistir a Fitur, no me la imagino, pero, miedo me da... Hombre, si a los que no van a La Meca al menos una vez en la vida, se les complica la ídem, a los que no hemos ido a Fitur, que es un precepto anual, sabe dios qué es lo que nos puede ocurrir. Yo, la verdad, estoy que no vivo...

Tanto es así, que voy a proponerle a Pepe que quizá sea mejor dejarnos de heroicidades y darnos un salto a Fitur, no sea que se nos presente el dios del turismo y nos haga pasar por la caja del confesionario a declarar nuestros actos, y el confesor de turno nos arruine la vida...

Pepe, ¿qué, nos vamos a Fitur?