«Es usted duro de pelar, ¿No?»

­- «No, presidente. Vengo a que cumpla su promesa».

- «Encienda el aparato y empecemos».

Adolfo Suárez, en el parador de Melilla, me miró a los ojos. Luego dirigió su mirada a Carmen, la mujer rubia de la que escribió Manuel Vicent y le dijo: «Este periodista, me hace chantaje, verdad?» Carmen Díez de Rivera, le contestó: «Tan solo reclama que cumplas tu promesa». Eran las seis de la tarde del 6 de diciembre de 1980 y delante de Adolfo Suárez estaba yo, con la cabeza vendada, llegado de Ceuta en un helicóptero militar. Dos días antes, cuando iba detrás de Adolfo Súarez en la inauguración de un centro en Ceuta, una plancha de cristal se despegó, cayó sobre mi cabeza y me hizo una considerable herida de la que salía a borbotones la sangre. Al principio todo el mundo pensó que era un atentado. Suárez me visitó en el hospital y me preguntó que le pidiera lo que quisiera. Yo le dije: «Una entrevista en exclusiva». Él respondió: «Nos vemos en Melilla». Y así fue. La entrevista fue portada de Diario 16. Suárez llevaba meses sin conceder una entrevista, pero cumplió.

Suarez no quería entrevistas y menos que se le preguntara por el «polvorín» que era Andalucía que de la mano de su presidente, Rafael Escuredo, quería una autonomía plena según el artículo 151 de la Constitución, es decir por la vía rápuda como otras comunidades. Años más tarde, en una conversación informal en el hotel Castillo de Santa Clara de Torremolinos, Adolfo Suárez me dijo que no lo habían hecho bien con Andalucía, que fue errónea la política del Gobierno. Me confesó que se había dejado llevar por Landelino Lavilla, presidente del Congreso y dos ministros de peso, por José Pedro Pérez Llorca, ministro de Asuntos Exteriores y diputado por Cádiz, y por Rodolfo Martín Villa que inundó de interventores venidos de León las mesas electorales y no escuchando «suficientemente» a Manuel Clavero, su ministro de Cultura, que le dio un portazo, dimitió e hizo campaña a favor del «sí» y promotor del «café para todos»; o sea, autonomía igual para las comunidades españolas. Clavero, tras el portazo fue recibido como un héroe moderno en el aeropuerto de Sevilla.

La Unión de Centro Democrático (UCD) el partido de centro que sustentaba al Gobierno de Suarez, propuso la abstención en el referendum por boca de Lauren Postigo. El 28-F fue la tumba del Gobierno centrista. Ya nada después sería igual, ni para Adolfo Suarez, ni para la UCD.

«Suárez, ¡cuidado con Andalucía!» Nadie podía resumir mejor lo que pensaba una gran parte del pueblo andaluz que lo escrito en esta pintada en un cortijo casi abandonado de Aguadulce, en la provincia de Sevilla, y que grabó para la historia el fotógrafo Pablo Juliá. Recuerdo que el coordinador de la campaña del 28 F por parte de los socialistas, José Rodríguez de la Borbolla, en su autobús de dos plantas como plataforma electoral me señaló: «Este cortijo nos ha hecho la campaña». Otra pintada en el pueblo de Humilladero que plantaba comunistas por todas partes remató la faena: «Suarez, Andalucía no es tu cortijo». Estuve por preguntar a un jovencísimo comunista, amante de los galgos, Antonio Romero, si él había sido su autor. O a lo mejor fue el comandante Romero, el líder jornalero.

Adolfo Suárez entrañable y embaucador en las distancias cortas, nunca entendió a Andalucía y mucho menos que esta comunidad aspirase a una autonomía similar a vascos, catalanes y gallegos, las llamadas autonomías históricas. Y ello, pese a tener en la cercanía como asesores a personajes tan convencidos de la autonomía, como Arturo Moya Moreno, Federico Mayor Zaragoza y el malagueño Francisco Villodres. Adolfo Suárez y su Gobierno se equivocaron con Andalucía y en estas tierras empezó el derrumbe de la UCD y del propio Suárez. Es posible que ya a principios del año 80 Adolfo Suarez tuviera conocimiento de que en los cuartos de banderas empezaban a sonar tambores de guerra, con una tropa militar dispuesta a levantarse en armas para defender la unidad de España. Si esto fue lo que condicionó su errónea política hacia Andalucía nunca lo sabremos, pero al menos nos queda el consuelo de saber que fue un político que amó la libertad y la democracia; que dio la cara aunque se la partieran sus propios allegados. Hay una cosa clara y rotunda, históricamente clavada en el pueblo español: Adolfo Suárez nos sacó de la dictadura para entrar en la democracia. Y en esa lucha estamos.

*Juan de Dios Mellado es periodista