El abrazo del oso de Rajoy

En la última campaña en que estuvo de presidente Zapatero, los dirigentes del PSOE rehuían su apoyo como letal. En modo parecido, en las próximas elecciones municipales los dirigentes regionales del PP rehúyen la presencia de Rajoy, considerándolo como un mortal «abrazo del oso», que puede acabar con las ya escasas esperanzas del equipo del PP, al que él mismo calificó, en uno de sus raros momentos de sinceridad, como «¡qué tropa!».

Verónica Castro MulderMálaga

El piloto y el síndrome de Eróstrato

Eróstrato incendió el Templo de Artemisa, una de las 7 maravillas del mundo, para ser famoso. En psicología se utiliza la expresión «tener síndrome o complejo de Eróstrato» para nombrar a las personas que pretenden ser el centro de atención a través de los actos más viles, sean cuales sean las consecuencias. Desde entonces, algunos lo han imitado, como el que asesinó a John Lennon. El último, el copiloto de Germanwings que estrelló premeditadamente el avión de los Alpes. «Todo el mundo sabrá mi nombre y lo recordará», dijo a una novia. Creo que los nombres de estos abyectos no deberían ser mencionados, con el fin de evitar que logren su objetivo, y sobre todo, no fomentar que otros lo hagan. Sea por autocensura de la prensa, sea a través de legislación o por ambos métodos. Sé que es imposible en la era de la comunicación pretender que nadie publique los nombres de estos infames. De hecho ya sucedió con Eróstrato: el rey prohibió bajo pena de muerte cualquier registro por escrito de su nombre, lo que, evidentemente, no consiguió. Pero, desde luego, con una difusión residual, estos nombres no serían recordados por la gran mayoría de la población y desincentivaría en gran medida repetir estos perversos actos.

Eduardo Colomer MartínezMálaga

Vendiendo hijos

Como «espeluznante» se llegaba a calificar la noticia de la planificada, pero felizmente frustrada, venta de un hijo al precio de cinco mil euros, por parte de sus padres: una pareja de rumanos afincados en Valencia. Y es que vender a un hijo no resulta bonito. Si no se le quiere, se comprende que se le aborte o se le «interrumpa», pero venderlo nos escandaliza; aunque sólo según quiénes sean los vendedores y compradores. Porque curiosamente, pocos días antes de esa noticia, habíamos asistido a un escándalo mediático producido por las reacciones a las palabras de la pareja de modistos homosexuales Dolce y Gabbana contra la adopción por los gays de «niños sintéticos... hijos de la química y úteros en alquiler». Declaraciones que suscitaron encendidas reacciones de significados homosexuales, encabezados por Elton John, con dos hijos obtenidos por fecundación in vitro y vientre de alquiler, que tacharon a DyG de lo peor y orquestaron un boicot contra sus productos. Queda claro que en nuestra muy tolerante sociedad hay temas sobre los que ya ni siquiera cabe disentir. ¿Pero acaso el «vientre de alquiler» no es sino el eufemismo con que encubrimos la compraventa de un hijo, fruto de un muy lucrativo negocio? La diferencia estriba que en estos casos, el «papá» suele ser un afamado personaje de la farándula que encarga a la carta y por un buen dinerito, un hijo monísimo. Conclusión: la calificación sobre la venta de un hijo depende de quién compra y de quién vende. Si el hijo lo venden unos pobretones rumanos es algo espeluznante; pero si lo encarga de diseño un famosete, estamos ante una nueva conquista en nuestra avanzada sociedad. Una diferencia de criterio que antes se denominaba hipocresía.

Miguel Ángel Loma PérezMálaga